martes, 10 de febrero de 2015

Ciudadanía tutelada: el control militar sobre nuestra vida cotidiana



Venimos de hacer compras en Plan Suárez de La Urbina. Cansados de comprar día a día (no en la cadena que acaban de robarse, sino todos los días,quiero decir) decidimos invertir un poco más de tiempo y hacer una compra que dure por lo menos una semana. El gran automercado estaba bastante transitable, no había exceso de gente. Nos pareció sospechoso que las santamarías estuvieran bajadas, pero vimos gente que estaba saliendo e imaginamos que no estaba cerrado sino que habían implementado otro mecanismo de control más. Nos alegró ver que la gente llevaba papel toilette; supusimos que podríamos reponer las existencias de la casa, ya que nos estamos quedando sin rollos.

Al entrar nos sorprendió bastante ingratamente la presencia de personal uniformado en los pasillos del local. No sabíamos qué pintaban esos guardias del pueblo allí, hasta que llegamos al sitio en donde tenían la leche líquida y unos tomates enlatados ridículamente baratos, algo así como 20 Bs la unidad. "Se armó un limpio", pensé como el gran ingenuo que soy. Cuando traté de tomar una lata, se dirigió a mí uno de los guardias y me dijo: "Cédula". Me quedé como un bolsa mirándolo, sin entender para qué necesitaba mi cédula, hasta que me sacó de mi ignorancia al decir "2 y 3, hoy le toca a las que terminan en 2 y 3".

Lo mismo pasó con el papel toilette y los demás productos de la cesta básica. Ya en la caja vimos una circular que informaba que por SUGERENCIA de no se cuál entidad gubernamental los productos de la cesta básica se venden de acuerdo al terminal de la cédula. Eso de sugerencia es un pobre eufemismo, de otra manera no se entiende que pongan a personal militar a controlar la entrega de víveres.

Estamos tutelados por los militares en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Cuando debería ser en todo caso al revés, el estamento civil controlando al militar. En estos días discutíamos en Panfletonegro sobre el legado de Chávez. Pues uno de los aspectos más hórridos de dicho legado es la preponderancia que ha tomado el uniforme sobre nuestras vidas.Gente armada vigilando lo que uno pone en su carrito de compras, es algo que pudiera ocurrir en una novela distópica pero está pasando hoy en día en todos los grandes comercios de Venezuela. El mensaje es simple y aterrador: "tenemos las armas, y cuidado con embochincharse. Ya estamos autorizados a usarlas si se ponen cómicos".

lunes, 9 de febrero de 2015

Acuarelas de ciudad


Salgo un momento de la oficina a tomarme un café en la panadería La Amistad, que queda justo en frente. No todo el mundo lo sabe: es un negocio que se mantiene allí desde comienzos del siglo XX, y su especialidad es el pan negro de centeno. Parece que sus principales consumidores son los miembros de las comunidades del este europeo que viven en los alrededores. Lo cocinan en un horno especial, de piedra. De todo esto me entero gracias a un amarillento recorte de periódico que está pegado de una nevera fuera de uso, de esas que se usan para exhibir dulces fríos. Mientras estoy consumiendo mi vasito de café negro, corto y amargo, llega un señor mayor, de punta en blanco, con una corbatica de lazo. Saluda cordialmente, y extrae un billete de cien Bolívares. Sin que hubiera ninguna solicitud verbal el dependiente le entrega la bolsita de papel con el pan negro de centeno, que seguramente será parte de su desayuno. El elegante señor vuelve a saludar, y se va con cara de estar contento. Su ritual (¿cotidiano, semanal?) pudo volver a realizarse.

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Estas visitas cotidianas al automercado, obligadas valga la acotación, sirven por lo menos para un estudio sociológico. Ayer me tocó observar a la señora sinvergüenza o, para llamarla con una expresión actual, cara e´tabla. No era muy anciana, calculo que andaría por los 60. Se acercó a la cola en donde estaba aguardando mi turno para cancelar, y sin mediar palabra se colocó delante del carrito que me precedía en la fila. Sin decir nada, sin pedir permiso, sin alegar su edad como placet para la prioridad. Nadie - ni yo, que me sentí irrespetado pero no quise ser el que peleara con la viejita - le dijo nada. Como si su vejez fuera excusa para la mala educación. Por cierto, de vez en cuando por el sistema de sonido voceban la habilitación de una caja para las personas mayores, embarazadas o discapacitadas. No era la caja en la que estábamos.

sábado, 7 de febrero de 2015

Vivimos Día a Día


Este gobierno quiere
a los empresarios, de verdad
pero los quiere ver
privados de libertad.
Dios te libre de trabajar
en una cadena de automercados
puedes encontrarte un día
tras las rejas encanado.
Es que no puede ser
que exista tanto sesgo;
trabajar como gerente
es oficio de alto riesgo.
Sin mucho protocolo
se llevan la mercancía
como le hicieron esta semana
a la cadena Día Día.
No solamente te quitan
tu capital de trabajo;
te dejan tu reputación
más rayada que el carajo.
Pero estos son los mismos
que dejaron pasar liso
el caso Pudreval
que fue tremendo guiso.
Miles de toneladas
de preciado alimento
que dejaron pudrir
sin ningún remordimiento.
¿Habrá alguien preso
por esa colosal estafa?
Si acaso algún incauto
vuelto una piltrafa.
Mas los responsables
de nuestra alimentación
andan todos tranquilazos
sin sentir preocupación.
La vida da muchas vueltas
y goza de un macabro humor
un día estás en la cima
y al otro en una celda de la cárcel mayor.