martes, 24 de junio de 2014

A casa, con deshonor

Hay un refrán en italiano que dice "è inutile piangere sopra il latte versato", es decir, es inútil llorar sobre la leche derramada. Eso es precisamente lo que está haciendo la vocería de la scuadra que solía ser azzura pero que en este mundial se ganó el sobrenombre sibilino que la trastoca en absurda. Es ridículo achacarle la culpa de la debacle al arbitraje, al calor, o a otra cosa que no sea la sequía en la delantera. El fútbol se gana haciendo goles, no especulando con los resultados.

A partir del momento en que se supo que Italia tenía con el empate vi venir el planteamiento de este partido. Aunque en el primer tiempo trataron de manejar más la pelota en el centro del campo, manteniéndola lejos del propio arco, no se atrevieron a más por miedo a un contragolpe que le valiera un gol a su adversario. La persona menos exigida en la cancha fue el portero uruguayo, que resultó un mero espectador la mayor parte del juego. Es que no recuerdo una sola jugada de peligro en el área oriental, lo más que hubo fue algún disparo aislado y desviado. Y así, en el fútbol moderno, no se avanza. Eso tal vez les funcionó en los 70 y 80, pero hoy en día no tienen una defensa tan sólida como antaño. El gol tenía que llegar, fue solamente cuestión de tiempo. Y llegó fatalmente, con un corner impecablemente rematado, lejos de Buffon que hubiera podido ser el héroe del partido, con la atajada de feria del primer tiempo. Italia generó más juego ofensivo en los últimos 10 minutos de juego que en los previos 80. 

Yo siempre me pregunto por qué Italia hace eso. Por qué, si son capaces de generar juego ofensivo, son tan mezquinos. Supongo que existe terror de ser víctimas de una goleada, pero a estas alturas les daba igual perder por uno que por cuatro. Ahora les toca regresar con la cabeza gacha, y aguantar el chaparrón de la prensa italiana y de la fanaticada, que los va a descoser con razón. Porque se entregaron de mala forma, porque no supieron sacar la garra cuando era necesario. Otra vez, después de uno de los mundiales más grises para Italia en los últimos 10 años, regresan a casa anticipadamente, sin poder pasar el primer turno. Era el grupo de la muerte, pero ellos lo afrontaron casi como si estuvieran resignados a morir. 

El club exclusivo de los campeones mundiales


La FIFA cuenta hoy en día, según su página web, con 209 países federados. Hasta el momento ha celebrado 19 campeonatos mundiales, y el número 20 está en pleno desarrollo. Las cifras demuestran una repartición bastante cerrada: en los primeros 19 mundiales, han salido airosas 8 naciones. Apenas el 3,82 % del total. Y de esas 8, 2 tienen la mitad de los títulos: Brasil con 5 e Italia con 4. Vienen después Alemania con 3, Uruguay y Argentina con 2, e Inglaterra, Francia y España con una estrella cada una. Toda una dictadura. Si llevamos la cuenta por continente, Europa le gana por una nariz a América del Sur, 10 a 9, mientras que los demás muestran una sequía total.

En este mundial pareciera que no va a aumentar el número de miembros del club, salvo alguna gran sorpresa, algo que por otro lado, como van las cosas, pudiera darse. Ninguna copa del mundo celebrada en América ha tenido un ganador europeo, mientras que algo parecido sucede en el viejo continente, exceptuando aquel campeonato ganado por el Brasil del entonces imberbe Pelé, en Suecia 1958. 

Me parece que para bien del fútbol sería conveniente que este campeonato lo ganara alguna selección diferente a las 8 que ostentan un título al menos. Holanda, por ejemplo, tiene una gran deuda con su afición al no haber ganado jamás una copa a pesar del gran favoritismo que disfrutó en los 70, cuando nació su apodo de "la naranja mecánica". Del lado latinoamericano hay selecciones que han demostrado solidez en esta primera parte del campeonato, como México, Colombia y la sorprendente Costa Rica. Sin embargo pienso que van a ser buenas animadoras nada más, no las veo en las instancias decisorias. Por supuesto que puedo equivocarme, como suele suceder con frecuencia. Pero creo que en este mundial la copa se va a quedar en América, tal vez en las manos del actual pentacampeón, que de hacerlo va a sumar 6 estrellas en su camiseta, a riesgo de parecerse a esos generales norcoreanos que tienen condecoraciones prendidas hasta en el pantalón.

domingo, 22 de junio de 2014

Secretos (demasiado) bien guardados



Hay un lugar en Caracas muy escondido pero tan grato que provoca no salir de él cuando se está allí. Me refiero al Ateneo de El Hatillo, situado más allá de lo más recóndito de La Lagunita. Lo conocimos gracias a los recitales de poesía que organiza Leonardo Melero en su condición de delegado cultural del Liceo poético de Benidorm. Es un espacio inmerso en un espacioso jardín de grama muy bien cuidada, con esculturas de gran tamaño diseminadas por todo el perímetro del lugar. En él se desarrolla una actividad cultural muy variada, entre clases de pintura, exposiciones de fotografía, escultura y artes figurativas, sesiones de yoga y los recitales de poesía antes citados.

Para el día correspondiente al solsticio de verano, aunado con el aniversario de El Hatillo, el 21 de junio de 2014, se planificó una jornada muy especial que conjugó poesía, música y teatro,  con personajes de altos quilates en cada una de esas disciplinas. La parte musical estuvo a cargo de  Mariana Capriles en la voz y Hecnual Cordido en la guitarra, quienes interpretaron piezas clásicas del cancionero norteamericano y venezolano, con unos arreglos innovadores. La poesía estuvo bajo la responsabilidad de María Gabriela Rosas, la de la memoria prodigiosa, que no leyó sino recitó sus maravillosos poemas sin necesidad de apoyo escrito, Flavia Pesci Feltri quien nos regaló una serie de poemas urbanos entre los cuales disfruté mucho los dedicados a Caracas y el último que contaba una historia íntima muy sentida, y de Luis Chacón (conocido en las redes como Cheikon Shaapz) que nos obsequió la lectura de sus obras intimistas y de una carga erótica notable con su profunda voz. Y el acto de cierre correspondió a la enorme (a pesar de su reducido tamaño) dramaturga Yoyana Ahumada quien representó un muy aplaudido performance basado en su obra Polvo de hormiga hembra, las páginas ocultas como nos contó.

Todo eso se produjo en lo que suele llamarse "petit comité", bajo los ojos de una audiencia algo reducida en número pero muy complacida con lo que estaba presenciando. Y esto es lo que quiero resaltar: es una lástima que este tipo de eventos, de tanta calidad, en los cuales los participantes lo hacen por el puro amor al arte, sin otra recompensa que el aplauso del público, no sea disfrutado por mayor cantidad de personas. En verdad les recomiendo que sigan las cuentas en redes sociales de estas personas, para que puedan darse un regalo para el espíritu y conozcan este lugar tan especial.



sábado, 7 de junio de 2014

Ring, ring.

Angustia es el sentimiento
onmipresente, incumbente, lacerante
oprime hasta el dolor
muerde y no suelta la presa
ni que la vea inerte.

En estos tiempos oscuros
es inevitable su presencia
por más que se procure ignorarla
está al acecho y ataca.

Un repique del teléfono
puede anunciar lo que más tememos
a cualquier hora de cualquier día
lo estamos esperando en vilo.

La cita ineludible
está latente
y lo sabemos.

Tarde o temprano
llegará,
y a pesar de todo
nos tomará por sorpresa,
porque en el fondo
deseamos que nunca ocurra.

Pero, casi inexorablemente, ocurrirá.

Los mundiales de Fútbol o el nacionalismo cada cuatro años



Cada cuatro años el mundo entero se paraliza durante un mes largo, y los televisores se vuelven el artefacto más codiciado de las casas, oficinas, restaurantes e incluso funerarias. Todos se pegan a la fiebre mundialista. Y todos le van a por lo menos un equipo. Los carros llevan una, dos, hasta cuatro banderitas voceando las preferencias futboleras de sus sus dueños. En el caso de los hijos de inmigrantes, como lo es el mío, aflora un nacionalismo de segunda mano por la patria que vivimos a través de la nostalgia de nuestros padres. Y en ese momento nos sentimos italianos, españoles o portugueses.

Yo tengo una relación amor-odio con la "scuadra azzurra". Me ha dado momentos de dicha suprema y también la mayor decepción de mi infancia. El Mundial México 70. Fue el primero que viví a plenitud, ya que en los dos anteriores estaba demasiado pequeño para interesarme por esos eventos. Pero el del 70 fue mi debut en el sufrimiento futbolístico. Italia llegó como siempre a trompicones a la final, dejando en el camino a un equipo alemán que largó el cuero en la cancha, en una de las semifinales más duras registradas hasta el momento. 4-3, con una prórroga de infarto. Recuerdo que en el paroxismo de la victoria, mi padre me ofreció comprarnos unas franelas azules y los escudos del equipo italiano (en ese entonces el merchandising estaba en pañales y eso era lo máximo que se podía lograr) para salir a desfilar por el bulevar de Sabana Grande cuando la gran victoria italiana se consumara el domingo, frente a los basileños. Yo me emocioné todo con esa posibilidad, pero parece que mi papá lo pensó mejor y decidió no hacer esa inversión. Yo no tomé esa acción como muestra de derrotismo sino de economía, y no dejé que me bajara el entusiasmo. Llegó el domingo, llegó la hora del partido, llegó el primer gol de Brasil. Y llegó el empate de Italia. Pero llegó el segundo tiempo cargado de goles, para Brasil. 3 más para su cuenta. No me lo podía creer. 4-1, una derrota humillante, que me desarrolló un odio profundo hacia los brasileños y su fútbol. No fue sino ya de mayor que pude asimilar la superioridad manifiesta de el Brasil en ese entonces, y apreciar las genialidades de Pelé y compañía.

Y a partir de ese momento, cada cuatro años se repite el mismo ritual. Decido que esa vez no voy a permitir que me afecte tanto el mundial, y lo sufro igualito. Porque ser "tifoso" es sufrir, no nos caigamos a engaño. La historia del fútbol italiano está plagada de gestas memorables, de victorias al filo del reloj, de partidos aguantados en el 1 a 0 tempranero con un asedio inmisericorde del contricante frente a la portería, que quien sabe por cual sortilegio se mantiene inviolada por el tiempo que le queda al partido. Grandes victorias, aplastantes derrotas. Enemigos acérrimos y supuestamente imbatibles, como Brasil y Argentina (aunque a ambos los sacaron del mundial España 82 en una segunda vuelta infernal, gracias a Pablito Rossi). Sopitas como Alemania, que no da pie con bola cuando se trata de Italia.

Falta menos de una semana para que arranque el próximo mundial, y ya los nervios están acechando en las tripas. A pesar de que también esta vez me prometí a mí mismo no dejarme involucrar demasiado, sé que es una gran mentira. Y sé que voy a sufrir otra vez. Qué carajo, es nuestro sino. Forza Italia!