Éste es mi cuarto de juegos. Siéntanse libres de tomar lo que gusten; si quieren dejar algo, también sirve.
domingo, 22 de junio de 2014
Secretos (demasiado) bien guardados
Hay un lugar en Caracas muy escondido pero tan grato que provoca no salir de él cuando se está allí. Me refiero al Ateneo de El Hatillo, situado más allá de lo más recóndito de La Lagunita. Lo conocimos gracias a los recitales de poesía que organiza Leonardo Melero en su condición de delegado cultural del Liceo poético de Benidorm. Es un espacio inmerso en un espacioso jardín de grama muy bien cuidada, con esculturas de gran tamaño diseminadas por todo el perímetro del lugar. En él se desarrolla una actividad cultural muy variada, entre clases de pintura, exposiciones de fotografía, escultura y artes figurativas, sesiones de yoga y los recitales de poesía antes citados.
Para el día correspondiente al solsticio de verano, aunado con el aniversario de El Hatillo, el 21 de junio de 2014, se planificó una jornada muy especial que conjugó poesía, música y teatro, con personajes de altos quilates en cada una de esas disciplinas. La parte musical estuvo a cargo de Mariana Capriles en la voz y Hecnual Cordido en la guitarra, quienes interpretaron piezas clásicas del cancionero norteamericano y venezolano, con unos arreglos innovadores. La poesía estuvo bajo la responsabilidad de María Gabriela Rosas, la de la memoria prodigiosa, que no leyó sino recitó sus maravillosos poemas sin necesidad de apoyo escrito, Flavia Pesci Feltri quien nos regaló una serie de poemas urbanos entre los cuales disfruté mucho los dedicados a Caracas y el último que contaba una historia íntima muy sentida, y de Luis Chacón (conocido en las redes como Cheikon Shaapz) que nos obsequió la lectura de sus obras intimistas y de una carga erótica notable con su profunda voz. Y el acto de cierre correspondió a la enorme (a pesar de su reducido tamaño) dramaturga Yoyana Ahumada quien representó un muy aplaudido performance basado en su obra Polvo de hormiga hembra, las páginas ocultas como nos contó.
Todo eso se produjo en lo que suele llamarse "petit comité", bajo los ojos de una audiencia algo reducida en número pero muy complacida con lo que estaba presenciando. Y esto es lo que quiero resaltar: es una lástima que este tipo de eventos, de tanta calidad, en los cuales los participantes lo hacen por el puro amor al arte, sin otra recompensa que el aplauso del público, no sea disfrutado por mayor cantidad de personas. En verdad les recomiendo que sigan las cuentas en redes sociales de estas personas, para que puedan darse un regalo para el espíritu y conozcan este lugar tan especial.
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