viernes, 28 de agosto de 2015

La dignidad y el aseo íntimo

En realidad, eso de "aseo íntimo" es un eufemismo edulcorado para referirme a la acción de limpiarse el trasero después de evacuar. Algo que desde la primera infancia aprendemos a hacer sin ayuda, utilizando papel higiénico, o como se le acostumbra a decir por estos lares, papel tualé (deformación del término "toillette"). Eso fue lo normal por lo menos desde que tengo memoria. En los baños de las casas en donde viví era costumbre que en el dispositivo adosado en la pared, a veces empotrado en ella, estuviera siempre un rollo de dicho papel listo para limpiarse el culo después de haber cagado. Así, sin disfraces idiomáticos, en castellano castizo. Hasta en el más remoto baño de carretera era cortesía del establecimiento proveer ese modesto pero necesario material desechable, aunque fuera de la más ínfima calidad.

Esos tiempos pasaron. Hoy en día tener papel higiénico en la casa significa una de dos cosas: pagar un precio astronómico a los revendedores, o sufrir la indignidad de someterse a colas kilométricas para lograr adquirir la cantidad que el burócrata de turno tenga a bien permitir, y eso si ese día le toca a la cédula del aspirante a comprador.

En mi casa hemos decidido no plegarnos a ese designio maligno. Y suplimos la necesidad de papel higiénico con el sucedáneo que se consiga. Si toca servilleta, servilleta es. Si no, papel toalla. Por una razón pura y simple: claudicar ante esa imposición arbitraria es tocar fondo. Es admitir que el sistema te venció y te abdujo. Es rendirse ante la barbarie de un régimen que no solamente te coarta el acceso a la alimentación, sino a la evacuación tranquila. Y ese es un asunto en el cual no pienso ceder. Mi dignidad vale más que una limpieza anal cómoda. Si en un futuro toca apelar al periódico, periódico será. Pero a mí no me verán haciendo una cola de cuatro horas para que me vendan unos cuantos rollos de papel tualé. Ni pagándole a un vivo que se aprovecha de la necesidad de la comunidad. Que vayan a lavarse ese paltó.