lunes, 23 de mayo de 2011

ERRANTE

Confieso que la poesía siempre me ha sido esquiva; no me siento capaz de digerirla a cabalidad, más allá de los poemas clásicos de Neruda, esos que uno se aprende de memoria para usarlos como gancho, en la adolescencia. Y mucho menos me siento en capacidad de escribirla. Ésta es, tal vez, la única pieza en forma de verso que haya escrito, y la publico como curiosidad arqueológica.


Si alguna vez el viento 
te sopla al oído tu nombre 
no te asustes, no te asombres: 

es mi alma errante 
que del cuerpo exiliada 
te busca en su periplo. 

Te alejaste un día, 
y no detuve tu partida, 
porque te intuí ajena... 

pero dentro de mí la pena 
de no tenerte conmigo 
es perenne compañera. 

Mi espíritu, desde entonces, 
cada noche me abandona 
y pasea por su cuenta. 

¿Te ha encontrado? 
Tal vez tu lo sepas; 
De él no obtengo respuesta. 

Si alguna vez el viento 
Te sopla al oído tu nombre 
No te asustes, no te asombres: 

es mi alma errante 
que en su larga travesía 
arribó por fin al puerto ansiado.

sábado, 14 de mayo de 2011

Caracas, progresiva.



En casa somos grandes fanáticos de Dream Theater. De reciente data, sin embargo: lo empezamos a escuchar alrededor del 2005, gracias a mi hija mayor. Pero fue amor a primer oído: su sonido tan particular nos atrapó desde el comienzo, ya que mezcla un potente metal con las sonoridades típicas de las bandas progresivas de los 70. Aúnan a unas composiciones sumamente exigentes y elaboradas un gran virtuosismo en sus respectivos instrumentos.

Por supuesto que cuando nos enteramos del concierto que estaba programando Jorge Rojas en tributo a DT decidimos ir a verlo: a pesar de haber asistido a dos espectáculos de la banda original, en el Forum de Valencia (2008) y en el CCCT (2010), quisimos conocer esta propuesta venezolana. Por ello, el viernes 13 de mayo, a las 7:00 PM, en una Caracas sorprendentemente libre de tráfico, estábamos estacionando en Corp Banca, para ser partícipes de lo que se prospectaba como un buen espectáculo.

Cuando llegamos a la taquilla vimos varias caras conocidas, las mismas personas que uno se consigue en los conciertos de esta clase de música. Gente de toda edad, muchos padres acompañando a sus hijos, e inclusive una señora bastante mayor, que uno no ubicaría en un evento de este tipo. Cuando eran aproximadamente las 7:30 nos hicieron pasar a la sala, que fue llenándose de a poquito. Como nosotros habíamos comprado las entradas con antelación pudimos escoger unos buenos asientos, en la tercera fila. Acertada la organización, por cierto: el equipo de protocolo se portó muy amablemente con la audiencia, y supo mantener el orden mandando a silenciar los celulares y a no tomar fotos con flash.

Alrededor de las 8:00 se apagaron las luces de la sala, se encendieron las del escenario, y apareció el que se ha convertido en el presentador oficial de estos eventos, el señor Roberto Palmitesta, quien ofreció una breve introducción sobre lo que veríamos a continuación. Cuando terminó, fueron saliendo los músicos encabezados por el anfitrión de la velada, se ubicaron en sus posiciones, y sin mediar tiempo empezó a sonar el conocido "Tick, Tack" que da comienzo a Scenes from a memory.

Genial, bestial. Esos son los adjetivos que me vienen a la mente al rememorar la brillante ejecución de ese grupo de talentosos músicos venezolanos. En algún momento del concierto hice un ejercicio de abstracción, cerrando los ojos, y lo que escuchaba era Dream Theater, no un cover cualquiera. Pero con un ingrediente adicional: la sección de cuerdas integrada por tres músicos provenientes del sistema nacional de orquestas - Valter Izzo y Carlos Silva en los violines y un muy enérgico Raudol Palacios en el cello - arreglada por Jorge Rojas especialmente para la ocasión, se casó a la perfección con los demás instrumentos, brindando una sonoridad adicional a las piezas.

Unas palabras sobre la banda: estuvo formada por músicos de algunas de las mejores agrupaciones de la escena progresiva local, a saber, Pedro Bastidas en el teclado; Jorge González en la batería; alternándose en el bajo Heriberto Rojas en la primera parte del concierto, donde se interpretaron los 6 primeros temas de Scenes, y Enrique Pérez para el medley final compuesto por Erotomanía y Metrópolis I; y los vocalistas Chego Cabrices en Scenes y Ricardo Figueroa en el medley. Y por supuesto el gran (no le cabe otro calificativo) Jorge Rojas, de quien uno se pregunta que cosa no es capaz de hacer sobre un escenario, ya que lo hemos visto tocar batería, teclados, bajo, y ahora nada menos que la guitarra al estilo Petrucci, lo que es mucho decir. Los músicos dieron todo lo que fueron capaces y más, tanto así que cuando terminó de sonar Metrópolis I la gente les dio una prolongada ovación, pero nadie se atrevió a solicitar otra. El público se dio por satisfecho.

Pero no terminó allí: la noche nos tenía preparada otra agradable sorpesa. A pesar de que habíamos ido expresamente para disfrutar del tributo a DT, el segundo acto de la noche fue especial; tuvimos la fortuna de conocer la habilidad de Félix Martin, un larense criado en Acarigua y formado musicalmente en Berklee, en la ejecución de su instrumento, que hasta donde tengo entendido es único en el mundo y diseñado por él: una guitarra de 14 cuerdas que no me es factible describir, por lo que recomiendo que vean este video en Youtube para entenderla. La música con la que nos obsequió Félix está enmarcada dentro del Jazz Fusión - a mí particularmente me recordó mucho en algunos pasajes a Return to forever - pero con unos toques personales, sacándole todo el provecho posible a su instrumento. Estuvo acompañado, adivinen por quien: Jorge Rojas en el bajo, y el excelente baterista Mario Rodríguez, también proveniente de Berklee para mayores señas. El señor Martin embrujó a la audiencia con su música, y recibió prolongados aplausos al cierre de cada pieza. Tuvo algunos invitados especiales: para interpretar una creación del repertorio standard del jazz contó con la compañía del bajista Oscar Fanega y del pianista Antonio Mazzei, ambos músicos ampliamente conocidos en el circuito jazzístico venezolano. Un momento sumamente emotivo del concierto se produjo cuando entró al escenario el fenomenal cuatrista Jorge Glem e interpretó junto con Félix y Mario - trastocado en maraquero - una versión endemoniada, valga la redundancia, de El diablo suelto.


Creo que nadie salió insatisfecho del recinto. ¿Que más se puede pedir, si se es aficionado al progresivo? Los que estuvimos presentes tuvimos la oportunidad de disfrutar un concierto impecable, y constatamos con satisfacción el gran talento que tenemos en nuestra tierra. ¡Ojalá se repita frecuentemente este tipo de espectáculos!

jueves, 5 de mayo de 2011

El infiernito diario

Los caraqueños todos debemos haber sido muy, muy tremendos en nuestras vidas pasadas, para merecernos nuestra ración cotidiana de averno. Ya sea que nos movamos en carro particular, transporte público superficial o transporte público subterráneo, nos toca luchar contra miles de semejantes para lograr algo que debería ser sencillo: trasladarnos a nuestros lugares de trabajo, estudio o diligencias, o devolvernos a nuestros hogares. No tengo las estadísticas a la mano, pero unas encuestas a boca de jarro (de cerveza) me dicen que el caraqueño promedio emplea unas dos a tres horas diarias para trasladarse desde y hacia su casa.

Un factor curioso de la dinámica caraqueña es la distancia entre el lugar de trabajo y la residencia: por lo general, los que viven en el oeste trabajan en el este, y viceversa. Esto trae como consecuencia que las principales arterias viales (es un decir, ya que son unos tristes vasitos capilares que no tienen la capacidad de permitir el traslado de la enorme cantidad de unidades móviles que se desplazan por la ciudad), decía que las principales arterias viales están colapsadas más o menos de 6:00 AM a 9:00 PM. Ya no existe el concepto de hora pico en el tráfico, ya que todas lo son. Afortunadamente, si se tiene hambre o sed, se puede contar con el servicio de los vendedores ambulantes: con ellos se puede cuadrar una frugal cena a base de tostones, mango aliñado,  cotufas viejas y acompañarla con alguna bebida, tal vez espumosa. Y de paso engañar el tiempo con alguna selección músical o humorística en CD "quema'o", o tal vez una película XXX si se cuenta con reproductor de DVD.   

Otro aspecto digno de estudio es la manía de matricular a los hijos en los colegios más alejados posibles de la vivienda. En los países serios, los muchachos acuden a la unidad educativa que les corresponde, según su zona de residencia. Y son  instalaciones públicas: a los colegios privados van los hijos de la gente adinerada, o los que practican  alguna religión particular. Y por lo general van a pie, o los recoge un autobús escolar en donde cabe una manada de párvulos. Pero nosotros no: cada padre o madre lleva a su respectivo retoño en su vehículo particular al colegio, ocasionando unas simpáticas colas en las urbanizaciones en donde está situado el mismo.

Una paila particularmente sádica de nuestro criollo infierno es la correspondiente al otrora símbolo de la Caracas decente y progresista: el Metro. Si Dante Alighieri hubiera tenido la oportunidad de visitarlo, tal vez su descripción del reino de Satán habría alcanzado otras proporciones, dada la calidad del material a su disposición. Viajar en el Metro en las horas de punta (casi todas) es una actividad arriesgada y peligrosa. Sin retórica alguna: es la verdad verdadera.

Hay ocasiones en que la dosis de infierno se multiplica: cuando llueve, se va la energía eléctrica, o las dos anteriores. Allí si es verdad que se acabó el pan de piquito: si el tránsito normalmente es insoportable, en esos momentos la ciudad se trastoca en un enorme estacionamiento, y el tráfico se moviliza, con inconvenientes, por las aceras: miles de peatones optan por trasladarse a pie, antes de aguardar la caída de la noche.

Dentro de todo, los que tenemos la fortuna de poseer transporte propio somos sumamente privilegiados: tengo compañeros de trabajo que para lograr llegar a la oficina deben montarse en un jeep, una camionetica, metro, otra camionetica y por último el porpuesto de la urbanización (este último es optativo, si tienen la voluntad de caminarse unos 1.000 metros en subida). Realmente son dignos de admiración, no se como pueden trabajar después de esa hazaña.

Por último, debo mencionar a los que viven (¿viven?) en las ciudades-dormitorio: jamás un nombre fue tan acertado. Porque eso es todo lo que pueden hacer allí, llegar a dormir. Y unas escasas horas, ya que por lo general salen de su vivienda a las 4:30 AM y llegan entre 9:00 y 10:00 PM, a comerse cualquier cosa y a tratar de descansar lo más posible.

Lo único que me alienta es lo siguiente: si pago en esta vida los desmanes de las anteriores, tal vez en la siguiente me toque habitar en algún lugar más amable para el ser humano. Me conformaría con una churuata en Choroní, o una posada en Los Andes.