lunes, 26 de noviembre de 2012

Ciudad envenenada



La sucia polvareda que esta ciudad despide
narcotiza los sentidos,
enturbia el agua,
infecta el alma.

De su interior brotan gases que intoxican,
lodos ponzoñosos,
líquidos caústicos,
heces sulfurosas.

Quienes respiran el aire enrarecido no lo saben,
pero poco a poco se convierten en ciudad ellos mismos,
se funden con la urbe,
la imitan.

Y vomitan también ellos
-transmutados en palabras-
gases urticantes,
polvos contagiosos,
barros virulentos,
icores nauseabundos.

Entre nubes de smog viven sus días,
grises, iguales, tristes, artificiales.

Convertidos en guerreros del absurdo,
salen a defender colores desvaídos;
y en medievales justas compiten
para alcanzar un impreciso trofeo.

Parecen no darse cuenta de que hace rato
habitan la ciudad cadáver.
En cualquier momento vendrán los zamuros
a pelearse sus despojos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Las nieves del tiempo



"Viejos: dícese de como los que tenemos 28 años vemos a cualquiera que ya pinta sus canas".

La definición anterior, por supuesto, no me pertenece. Es de la cosecha de John Manuel Silva, un muchachón rozagante y en la flor de la edad. Ojalá tuviera 28 años, con todo lo que sé ahora. Pero tengo 52, y pinto canas por lo menos desde que tengo 35. Al principio incipientes, pero en progresión primero aritmética y estos últimos tiempos, geométrica.

Son cosa curiosa, las canas: la gente deduce la edad de los demás en función a ellas. La mayoría de mis coetáneos todavía conservan el negror de sus melenas, aunque sospecho que algunos recurren a la química cosmética para lograrlo. Igotint al rescate. En lo particular me parece una necedad, y algo que eventualmente se descubre. No lo critico, después de todo cada quien es dueño de hacer con su cuerpo lo que le provoque. Pero nunca he considerado recurrir a ese tramposo expediente, pues de alguna manera me siento orgulloso de ellas, y corre la especie de que los hombres canosos somos "interesantes". Lo que sea que eso signifique.

Además sucede algo que representa una ventaja competitiva: las canas nos llevan al fabuloso mundo de la tercera edad, y a todos los beneficios que ello trae consigo. Al principio era chocante: eso de que a uno le ofrezcan un asiento de metro, o adelantarse en la cola del banco, parece insultante si se está apenas entrando a los cincuenta. Y como es natural, me resistía, con cierta indignación. Pero ya empieza a ser algo constante, y me lleva a dar explicaciones reiterativas sobre la falta de relación entre la edad y las canas, por lo menos en mi caso.

El último episodio me pasó este lunes: tenía que dejar una encomienda en Zoom, y llegué justo a la hora de apertura. Había una cola de gente esperando su turno, y estaban repartiendo números, de acuerdo a la capacidad de la agencia receptora. Como es lo lógico, me puse al final de la cola, esperando que fuera mi turno. Pero al llegar al frente de la persona que estaba dando los cartelitos numerados, ella me preguntó sobre mi trámite, se lo expliqué, y me dijo: "pase directo a la taquilla". En un primer momento pensé en rebelarme, y argumentar lo de siempre. Pero recapacité enseguida, pues vi que ya es imposible pelear contra el sistema. Con mi mayor cara dura me le coleé a las 30 personas que tenía delante, les prodigué mi mejor sonrisa, y en dos minutos estaba saliendo.

Sin el menor asomo de remordimiento.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Un sábado, tres eventos


Ayer tuvimos un día intensivo, en cuanto a propuestas culturales. Habíamos decidido atender tres invitaciones de gente amiga, disímiles entre sí y desperdigadas en términos geográficos y - afortunadamente - temporales. Cine, poesía y música configuraban el menú de actividades.



La primera cita estaba pautada a las once de la mañana, en el edificio Ambos Mundos, situado de Conde a Principal, y otrora sede del periódico El Universal. Una edificación vetusta, bastante venida a menos, pero con unos detalles arquitectónicos notables, tales como el piso de granito bellamente adornado y la escalera de broncínea baranda. Allí funciona la Escuela de Cine Documental de Caracas, y un gran amigo de tiempos remotos, Pedro Correa, cumple en ella funciones gerenciales, y produce, dirige y actúa - a veces - piezas cinematográficas de corte documental. Hace un año largo vimos allí la película Musiú, de Eliadys Sayalero, dedicada a la inmigración masiva de los años 50. Ayer le tocó el turno a una gesta muy poco conocida, pero descomunal y con visos demenciales, pero también heróicos: "Petit y Carmona, de Caracas a Washington". Es una historia fascinante: trata de un misterioso personaje - para mí pieza clave - llamando Jorge Roll, con visos mitómanos a mi modo de ver, que se decía de origen turco, y que llegó caminando a Caracas desde Buenos Aires en un «Raid» que debería conducirlo a Washington. Por el camino su grupo quedó desmembrado, y decidió recomponerlo con piezas venezolanas. Para ello convenció primero a un señor de apellido Szinetar (padre del conocido fotógrafo Vasco Szinetar), pero posteriormente éste declinó. Por último reclutó a dos personas del ambiente deportivo de ese momento (estamos hablando del año 1933) y que estaban ligadas al incipiente movimiento scout. Como es de imaginarse, la travesía fue una odisea terrible, a través de 10 naciones carentes de un sistema vial razonable. Una de las partes más dramáticas de la historia cuenta el paso entre Colombia y Panamá, por la zona de El Chaco, una ciénaga permanente ya que se trata de uno de los sitios más lluviosos del planeta. En un momento determinado del viaje, Jorge Roll desaparece sin dejar rastro, por lo menos documentado; Carmona y Petit, por asuntos de nacionalismo - pues el primero era ciudadano español - se separan un tiempo; en fin, no es mi interés contar toda la película, pero se las recomiendo, sobre todo a aquellas personas interesadas en la historia. El esfuerzo documental fue titánico, ya que se tuvo que reconstruir la travesía con miles de recortes de periódico, entrevistas y anotaciones en diarios, desperdigados a todo lo largo del país. Cabe decir que un material que hubiera sido valiosísimo para el proyecto quedó sepultado entre los escombros del edificio Mijagual, derrumbado en el terremoto del 67.Un gran trabajo de la Escuela de Cine Documental, mi aplauso para ellos.



En segundo término asistimos al encuentro: «¡Lo cortés no quita lo valiente!  La urbanidad de Caracas en tiempos de jolgorio privado y deterioro público. ¿Carreño al rescate?», en su cuarta edición. Iniciativa de «Una sampablera por Caracas», de Daniela Pettinari y Nelson de Freitas en conjunto con «La parada poética», de Georgina Ramírez. Se trata de un evento que combina la poesía con reflexiones sobre el ser urbano y la cotidianidad, en el cual participan politólogos, filósofos, sociólogos y por supuesto poetas, los cuales después de sus lecturas y disertaciones entran en franco diálogo con el público presente. Ayer, en el grato espacio que representa la Plaza Los Palos Grandes, el ágora, que debiera ser sitio de encuentro permanente por excelencia de los ciudadanos, se dieron cita Héctor Caldera, Joaquín Ortega y Erik del Búfalo. Cada quien con su visión, trataron de explicar el fenómeno urbano y las razones del deterioro actual. Con apreciaciones disímiles pero a la vez complementarias, en las cuales no estuvo exenta la polémica, armaron parte del rompecabezas urbano. Al tiempo que hablaban, unos dibujantes urbanos iban documentando gráficamente el hecho, y al final expusieron sus trabajos para que los presentes los admiraran y fotografiaran.


Ya eran las seis de la tarde, y el tiempo se nos estaba haciendo corto pues la próxima etapa de nuestro periplo comenzaba a las 6:30, en Los Galpones. Allí mis amigos Maria Teresa Jiménez y Lorenzo Leal presentaron su obra «Rastrojos», una pieza para arpa y música electroacústica compuesta por Lorenzo y acompañada por un video armado a partir de unas hermosas fotografías tomadas por Maritere. Su presentación estuvo enmarcada en el concierto «EL sutil sonido de las plumas», organizado por la profesora Adina Izarra. Fue una experiencia enriquecedora, ya que se trataba de la armoniosa unión de dos elementos aparentemente disímiles como la música electrónica - o electroacústica, más bien - con los sonidos de la naturaleza representados por trinos de una innumerable variedad de pájaros. El evento, además, nos sirvió para apreciar un instrumento musical jamás visto antes por nosotros, la tiorba. Tiene catorce cuerdas, un mástil de un par de metros, y dos clavijeros, uno a la mitad y el otro al final. De gran sonoridad y supongo de gran complejidad en su ejecución. Tuvieron el detalle de obsequiarnos el libro «Canto electroacústico: Aves latinoamericanas en una creación colaborativa», que explica a detalle el movimiento que da origen a este género musical, sustentado en herramientas tecnológicas, como indica la contratapa del libro.



Caracas, si uno tiene la paciencia de buscar, es capaz de brindar esparcimiento de calidad. El día de ayer fue muestra de ello. Tiene su precio, por supuesto. No monetario, pero sí medible en términos de tiempo e incomodidades, sobre todo si se debe utilizar el transporte público, como nos tocó a nosotros para asistir al primer evento, y de regreso lidiar con un sistema metro colapsado por el gentío y la eventualidad de un arrollamiento; pero es un precio pagable, en definitiva, y que permite hacer contacto con la urbanidad en su más amplio sentido: en lo bueno y en lo malo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Pink Floyd y Queen, un tributo venezolano




Ayer sábado 10 de noviembre se llevó a cabo el evento musical destinado a rendirle tributo a dos de las más legendarias bandas de rock que hayan existido, Pink Floyd y Queen. El concierto fue ejecutado por la Orquesta de Rock Sinfónico Simón Bolívar, acompañada por la Sinfónica Teresa Carreño, el Coro Juvenil Simón Bolívar y los Niños Cantores de Venezuela, con la dirección del Maestro Alfredo Rugeles.

Aunque la hora pautada era las 6:00 pm, conociendo la fama de los conciertos ofrecidos por la Orquesta de Rock Sinfónico nos presentamos al lugar en donde iba a llevarse a cabo, la Sede de las orquestas y coros infantiles y juveniles de Venezuela, en Quebrada Honda, cerca de las dos de la tarde, y ya había una importante cantidad de gente en cola. Íbamos preparados mentalmente para ello, por lo cual, cuando alrededor de las 3 de la tarde nos hicieron pasar en orden al recinto, fue una agradable sorpresa. No es lo mismo hacer cola a la intemperie que en un lugar techado y fresco, por supuesto. Hicimos dos tramos de cola: uno en la planta baja del edificio, esperando por la entrega de las entradas, y la segunda parte ya a las puertas de la sección del teatro que nos tocó en suerte. Vale decir que pesar del madrugonazo nos tocó  el sitio más recóndito, el balcón.

La hora larga que transcurrimos en esa segunda parada fue recompensada por la hermosa vista que se puede apreciar: con el Parque Los Caobos en primer plano, se tiene una visión panorámica tanto hacia el este como hacia el oeste de la ciudad, y aprovechamos el tiempo muerto para disfrutar el paisaje y tomar algunas fotografías.

Cerca de las cinco nos permitieron entran al recinto, y nos condujeron a los asientos señalados en los boletos que nos habían entregado antes. Allí tuvimos tiempo de apreciar a nuestras anchas el teatro por dentro. Es una joyita: todo revestido de madera, con paneles acústicos por doquier, la tapicería de los asientos remedando una obra cinética,y el principal atractivo, un gran órgano de tubos presidiendo el escenario, ocupando casi por completo la pared de fondo.

Cuando faltaban unos minutos para las seis el público comenzó a impacientarse y a aplaudir en procura de que salieran los músicos. Eso no ocurrió sino hasta las seis pasadas, apareciendo en primer lugar el coro infantil, que se ubicó en los laterales del escenario, en un piso elevado; a continuación fueron saliendo los músicos de la Sinfónica Juvenil, después los miembros de la banda y por último, tras unos cuantos minutos de tensa calma, lo hizo el Maestro Rugeles. La ovación respectiva, o más bien la primera de las tantas, se hizo escuchar.

A la entrada nos habían obsequiado el programa, por lo cual ya conocíamos el "set list". El concierto arrancó con una genial adaptación de "Shine on your crazy diamond". La sonoridad y la riqueza del arreglo fue impresionante, así como la interpretación vocal de Elizabeth Evtushenko, quien además se lució con uno de los solos de saxofón que contempla la pieza. A continuación una descalza Shankara Salazar interpretó "Love of my life"; me resultó muy intimista.

El concierto continuó con otros grandes temas de las bandas; me pareció que el gran esfuerzo que habían efectuado al principio se estaba diluyendo un poco, y que el show había perdido algo de ritmo o más bien se había apaciguado, cuando entraron los acordes de Innuendo: para mí, uno de los puntos más altos del concierto. Esa canción pertenece a un período de Queen que no es de mis favoritos, y practicamente era desconocida para mí; tal vez por ello me deslumbró su riqueza musical, descollando los solos de guitarra y la buena intervención de Diego Camus, responsable del canto. Posteriormente en "The great gig in the sky" las señoritas Elzabeth Evtuschenko, Shankara Salazar y Greycer Hernández hicieron gala de sus cualidades vocales con los gorjeos que impone la pieza.

Otro de los momentos grandes del concierto fue el de la interpretación de la pieza tal vez más conocida de Pink Floyd, "Another brick on the wall Part II". Angel Ricardo Quiñones tenía embuido el espíritu de Gilmour: su guitarra no dejaba nada que desear, y si se cerraban los ojos no se hubiera podido decir si era él o David el que estaba tocando. De lujo el solo de batería de Carlos Guevara, tal vez el músico más aplaudido de la noche y felicitado personalmente por el Maestro Rugeles. Vale decir que el Maestro parecía estar gozando un mundo dirigiendo esa parranda, se notaba sumamente entusiasmado. Los niños del coro tuvieron su participación en esa canción, pero no se les escuchó con mucha claridad; tal vez estaban algo cohibidos por la multitud o no tuvieron la amplificación necesaria para oirlos mejor.

La conocida pieza "Barcelona", que fuera dada a conocer inicialmente por el duo Freddie Mercury-Montserrat Caballé, fue interpretada por Ninoska Camacaro y Nelson Requena. Me impresionaron gratamente sus condiciones vocales puestas a prueba en tan comprometedora pieza, dada la jerarquía de sus intérpretes originales. Sobre todo me gustó la potencia de Ninoska, una gran voz a mi entender.

El último tema "oficial" fue "Bohemian rhapsody", un tiro al piso en cuanto a la escogencia pero una apuesta arriesgada por la dificultad de las partes vocales. La responsabilidad se le endilgó a Shankara Salazar, quien salió ataviada "a la Mercury", con una capa y una corona, y cantó sentada de frente al público, añadiéndole histrionismo a su interpretación. La pieza salió bien parada, y los aplausos no se escatimaron. Pero el show no terminó allí, el "encore" fue la ya acostumbrada interpretación de "Smoke on the water", que le permitió a los músicos de la banda sacudirse el yugo del director, quien había manejado con mano férrea el espectáculo hasta ese momento, y nos regalaron el momento rockero de la velada, descollando la gran interpretación de guitarra de Quiñones.

Si bien en general me pareció un gran concierto, hubo algunos aspectos débiles y tienen que ver con los cantantes. La vara la tenían sumamente alta, sobre todo en las canciones de Queen, ya que la grandeza de Freddie Mercury es indiscutible, y poder salir airosos en la comparación es bastante cuesta arriba. Habían pasajes en los cuales parecía no llegarles la voz. Pero tienen a favor su juventud y sus ganas de superación, no tengo dudas de que cada vez lo harán mejor.

En definitiva, si aprecian la buena música y no les disgusta el matrimonio entre el rock y lo académico,  no se pierdan los conciertos que ofrecen estos excelentes músicos venezolanos; no saldrán defraudados.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El país de los atajos



Mi centro de reclusión, de lunes a viernes y de 7:00 AM a 5:30 PM, queda en la Urbanización San Luis, de El Cafetal. Un sitio tranquilo, rodeado de colinas verdes salpicadas a ratos con una que otra construcción, fresco y silencioso.

El único detalle que viene a romper la armonía del lugar es el colegio que está situado justo al comienzo de la avenida principal, que provoca un gran atascamiento a la hora de entrada de los muchachos, las 7 de la mañana. Todos conocemos la dinámica: por lo general cada padre lleva a sus hijos (o a su hijo) en el vehículo, se estaciona frente a la entrada del centro educativo, espera a que se bajen, y hasta que no los ve entrando sanos y salvos al interior del mismo no se va. Eso provoca que el tránsito se convierta en un lentísimo Vía Crucis, que dependiendo de la acuciosidad de los padres de turno puede durar hasta 15 minutos desde el semáforo de entrada a la urbanización hasta mi sitio de llegada, una distancia de un kilómetro aproximadamente.

El "efecto colegio" ocasiona que el Bulevar Raúl Leoni también colapse en ese tramo, con los carros que deben entrar a la urbanización. Ahora bien, si conocen esa arteria vial habrán notado que paralelas a la vía principal existen algunas calles de servicio que permiten el acceso y la salida de los edificios ubicados a lo largo del bulevar. Justo antes del semáforo de San Luis existe una de esas calles, y es particularmente larga. Ya se ha vuelto costumbre que algunos vehículos conducidos por personas totalmente desconsideradas esquiven el tráfico del bulevar utilizando ese atajo. Hoy fue el colmo: ya había tráfico en esa calle de servicio, y el consiguiente retraso en donde empalma con el bulevar. Esas personas, con tal de ahorrar unos minutos, ocasionan que los que no andamos con esos subterfugios perdamos más tiempo del necesario. Es un desprecio, una desconsideración total y absoluta hacia los demás ciudadanos; es el triunfo del yo sobre el colectivo.

Estando en esa situación, esta mañana, me di cuenta de que es un reflejo de la realidad nacional. Para todo existe un atajo: en el tráfico, en las diligencias, en las colas para adquirir entradas ya sea del metro, o de algún espectáculo. En horas pico los motorizados andan a toda velocidad por las aceras, y los peatones deben apartarse para no ser atropellados. Parafraseando a Carujo, pareciera que el mundo es de los vivos.  En cualquier circunstancia siempre habrá alguien quien considere su tiempo más valioso que el de los demás, y busque la manera de adelantarse. Si hay un resquicio aunque sea mínimo para deslizarse y ganar unas cuantas posiciones, será utilizado. Al límite, agotados los pasadizos, se impone la fuerza: si soy más fuerte que tú paso primero, aunque tengas horas esperando. Lo que me preocupa es que cada vez son más; tal vez dirán que si lo hacen otros, ¿por qué no ellos? Creo que es una de las tantas maneras como vamos perdiendo civilidad. Si no tenemos un policía vigilando, cometemos abusos, tan sencillo como eso. Pero no existen tantos policías en el país, lamentándolo mucho. Si no se emprende alguna iniciativa, a la larga, cansados del abuso, todos nos volveremos abusadores, y el país terminará de colapsar. Si es que a esta hora no colapsó ya.

martes, 6 de noviembre de 2012

Alias Rosita


No soy consumidor de televisión. Hace algunos años cambié la diversión que me suministraba la caja boba por la de otro aparato, que tiene ínfulas de inteligencia. Es por ello que el nombre de Rosita no significaba nada para mí, hasta que empezó a formarse el revuelo de su escandaloso caso en las redes sociales. Poco a poco me fui montando un imaginario sobre esa muchacha, con los retazos de información que recogía involuntariamente por allí. En la mañana, camino al trabajo, César Miguel Rondón me informa puntualmente sobre las vicisitudes por las que pasó la "bomba sexy" el día anterior: que si le dio una subida de tensión, que si le objetaron los fiadores, que si salió dándole vivas a la revolución con su gorrita de Podemos. A través de Twitter leo los comentarios de una horda de seguidores y de detractores de la muchacha, que la hacen oscilar entre el fango y la gloria.

Su nombre verdadero, Jimena Araya,   podría presumir de cierta alcurnia, y no desentonaría como apelativo de un personaje protagónico de telenovela. Rosita, por otra parte, se lo ponen a los personajes de menor escalafón en esos medios. Tal vez como Jimena Araya hubiera podido seguir la misma senda que antes recorriera otra "bomba sexy", como Diosa Canales; total, atributos no le faltan, para nada. Pero el destino le encasquetó el Rosita, y se le torcieron las cosas. Terminó enredada con un "Pran", con todo el peligro y el estigma que eso significa. Y allí comienza a funcionar la imaginación: fiestas mil y unanochescas entre las rejas de la prisión, bailes eróticos, sexo desenfrenado, plenitud de alcohol y otras sustancias, secretas humillaciones, quien sabe si pasión real. ¿Cómo terminó enredada de esa manera una muchacha que hubiera podido tener otra vida, si hubiera jugado sus cartas de forma diferente? Eso por supuesto se puede solamente especular; lo cierto es que por los momentos está confinada a una celda, a la espera de alguna medida cautelar que la ponga en libertad por lo menos condicional, mientras que el "Pran" causante de todas sus peripecias anda libre.

Quién sabe si en un arranque de heroísmo, copiado de los folletines del siglo XIX, el "niño Guerrero", como se conoce al "Pran", intente un desesperado rescate de la dama que por su causa está presa. Apuesto por lo contrario: el romanticismo está divorciado de la cruda realidad contemporánea. Pero cierto espíritu literario y romanticón que de vez en cuando se instala en mi interior se sentiría complacido al saber de la redención del Pran al tratar de rescatar, en una orgía de sangre y fuego, a la muchacha que cayó en desgracia por su culpa. Y ver posteriormente la lectura de un director de cine de este episodio de la farándula criolla. Tarantino, preferiblemente: su estética se casaría a la perfección con los acontecimientos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Hatillarte 2.012, o como divertirse barato en Caracas.

Este sábado recién pasado, 3 de noviembre, después de los días de santos y muertos, El Hatillo ofreció la primera de dos jornadas dedicadas a su evento anual de arte, Hatillarte. La promesa era arte en la calle, con propuestas de teatro, danza, música y exposición de obras; un circuito de galerías, algunos "conversatorios" (palabreja antipática como pocas) y un circuito gastronómico. Por lo menos eso reza el folleto que nos entregaron al llegar a la plaza de El Hatillo. Lo que voy a describir a continuación no tiene pretensiones de crítica de arte, pues soy solo un observador casual y desprevenido sin formación en ese campo, solo sé si algo me gusta o me disgusta y en ese sentido voy a escribir lo que sigue.

Nos acercamos al lugar cerca de las seis de la tarde; creíamos que nos esperaba un caos automotor, dadas las características conocidas del Hatillo en cuanto a movilidad y disponibilidad de lugares para estacionar. Tuvimos una agradable sorpresa al no tener que pagar ese primer peaje, pues la cosa estaba bastante suave. Gracias a las proverbiales artes ocultas de mi esposa, quien tiene un conjuro especial para conseguir puesto en cualquier sitio, y que no voy a revelar aquí, encontramos un lugar "se lo cuido bien cuidaíto, señor, pero por favor regáleme algo primero" justo donde termina la bajada para llegar al centro comercial, frente a un restaurancito. "¿Van para el festival? Eso está bien bonito" nos dijo el cuidador de carros trastocado en improvisado guía turístico. Supongo que algo de orgullo debía sentir. Comenzamos nuestra caminata, que fue interrumpida justo antes de llegar a la Plaza Bolívar por una intervención formada por centenares de ligas de colores atravesadas de acera a acera; era una especie de penetrable elástico. Pagamos la novatada, pues por la acera elevada del lado izquierdo hubiéramos podido esquivar el obstáculo, sin embargo logramos sortearlo y pudimos arribar a la ágora (se me acabaron los sinónimos de plaza, dispensen). Nos habíamos citado con uno de los artistas que tenían obras expuestas, el pintor Guillermo Ferrer, mi cuñado para más señas, en un puesto improvisado frente a un restaurant en donde estaban vendiendo cervezas, vino y unos sandwiches de "porchetta" (lechón, en italiano) con las "porchettas" (pronúnciese porquettas) expuestas sobre unas bandejas, exhibiendo su última sonrisa. Eso era en la Calle La Paz, en donde estaban colocadas en medio de la vía varias esculturas de autores venezolanos, entre otros Dora Gabay quien presentaba unas estatuas representado figuras femeninas de tamaño real. Nos armamos de nuestras respectivas cervezas - ya se sabe que el arte sin licor no se puede apreciar a cabalidad - para dirigirnos a la Casa de la Cultura, situada debajo de la plaza, en donde estaba exhibiendo mi cuñado un cuadro de su serie de Ávilas contemporáneos. Junto a su obra estaban propuestas de varios pintores, tanto de vertientes figurativas como abstractas. En general fueron de mi agrado salvo algunas demasiado naif, género que no termina de gustarme.

De allí salimos a la calle, a ver y escuchar una banda de metales que estaba interpretando música popular. Pudimos observar a la alcalde Di Nascimento echar un pie como tantos otros ciudadanos. Me gustó ver que en ningún momento tomó la palabra, no se si lo habrá hecho cuando no la estábamos viendo pero espero que no haya sido así: estos eventos no son para que hablen los políticos. En la plaza habían varias manifestaciones artísticas, predominantemente esculturas: caballos, árboles, un ciclista, una payasita, una calva desnuda... todas piezas de gran tamaño y de buena factura. En una casa situada en la esquina superior izquierda de la plaza la gente de Pomar estaba ofreciendo una cata de sus vinos, junto con unas obras de reconocidos artistas venezolanos que se inspiran en los caldos de Pomar, y un simpático espacio para que la gente diera rienda suelta a sus habilidades artísticas, en un gigantesco lienzo con decenas de siluetas de botellas para pintar. Salimos del lugar con nuestras copitas plásticas de recuerdo, después de haber saboreado un tempranillo, y seguimos nuestro deambular. En la esquina de la plaza allende a la iglesia estaba tocando un trío de jazz, y nos quedamos escuchando un rato. Después proseguimos hacia la esquina diagonal inferior (esto ya se parece a una clase de geometría) y allí vimos lo que más me gustó en materia musical: el cuarteto acústico Desensamblados, como lo dice su nombre cuatro jóvenes músicos (guitarra & flauta, cuatro, bandola y percusión) que estaban tocando una fusión que a ratos sonaba a Jethro Tull, otras veces a blues pero definitivamente era música criolla; cabe destacar un gran solo de cuatro que provocó aplausos efusivos.

Quisimos explorar un poco y nos alejamos del centro neurálgico de la actividad, pero no encontramos mucho más, salvo una muchacha disfrazada a la usanza del Halloween promocionando un restaurant de comida euroasiática (¿?). Por último, apreciamos danza contemporánea en la calle. No voy a dar mi opinión al respecto pues la danza no está dentro de mis gustos. También aprovechamos para tontear y sacarnos algunas fotos políticamente incorrectas; conocimos a un extraño personaje que se enamoró de mi franela pues decía "Vintage", actividad a la cual se dedica esa persona, y nos tomamos unas fotos con él también.

Tengo sentimientos encontrados con respecto a este festival. Por un lado, es una ocasión para salir de la rutina que nos agobia, de pasear de noche sin estar viendo para los lados, de ver arte, de escuchar música, de compartir con los ocasionales amigos que nos encontramos en la vía. Pero por el otro me quedó sabor a poco. No se si ya el experimento, para mí, empieza a dar síntomas de agotamiento, o sencillamente se me olvidó como divertirme. Lo cierto del caso es que, vistas todas las opciones, nos sentamos un rato en la plaza a ver los niños jugando, nos miramos a las caras que decían, sin pronunciar palabras, "vámonos ya", y eso hicimos. Tal vez sea imposible, pero me hubiera gustado un poco más de información, tal vez una gran pizarra que indicara las atracciones (supongo que nos perdimos varias) y los horarios de las presentaciones. El folleto que nos obsequiaron tiene bastante información, pero para mi no fue práctico desplegarlo y examinarlo. Pero a despecho de lo escrito antes, felicito a los organizadores pues tanto la seguridad como el orden y la limpieza fueron protagonistas del evento.

A continuación, una pequeña muestra fotográfica: