miércoles, 8 de abril de 2020

Bitácora del insilio. Día 27


El hombre propone, el carro dispone. Hoy era el día de la compra semanal, así que, con todos mis implementos anti-covid y los bolsos, me monté en mi vehículo y enfilé hacia el supermercado. No había rodado más de cien metros, cuando un sonido repetitivo, y que aumentaba su frecuencia a medida que agarraba velocidad, me advirtió que algo iba mal. Me detuve, y constaté que mis temores se habían materializado: un caucho tenía la banda de rodamiento desprendida. Hice lo indicado en esos casos, o mejor dicho lo intenté. Pero el caucho de repuesto también estaba averiado. Así que tuve que abortar la misión y devolverme a la casa, y de paso reformular la estrategia. Tocaba ir a pie, y reducir el peso de la compra. E involucrar a la consorte, de paso. Así que nos fuimos los dos, caminandito el par de kilómetros que nos separan del comercio más cercano. Allí, lo de costumbre: una hora larga de cola antes de poder entrar al local, con un radio prendido detrás. Me asombra la cantidad de conversación que puede generar una persona alrededor de un tema tan baladí como la mezcla instantánea para tortas. Esa mujer estuvo hablando sobre ese particular durante por lo menos veinte minutos, al cabo de los cuales pude proclamarme experto en el asunto. El regreso no fue tan relajado como la ida, tanto por el peso que llevábamos como por la circunstancia de que un buen tramo es en subida. Pero al final logramos el cometido, sin nada que lamentar salvo no sentir los brazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario