viernes, 3 de abril de 2020

Bitácora del insilio. Día 22


Los tanques ya están a punto de vaciarse. No entra agua a la casa desde el jueves de la semana pasada. Y sé que, dentro de todo, somos afortunados, pues por lo general no pasan más de diez días entre cada reposición, y hay zonas de la ciudad que pasan mucho más tiempo sin servicio. Pero me alarma la posibilidad de que esta vez la sequía sea más prolongada, pues ahora no tenemos la posibilidad de recurrir a la búsqueda de agua en casa de algún familiar, si llegáramos a quedarnos sin ella por completo. Por otra parte, tenemos cubiertas las necesidades inmediatas, tanto las vitales como las no tanto, como tabaco, licor y chucherías. Racionados, desde luego. Tratamos de hacer una sola salida a la semana, y comprar todo lo necesario en ella. Esta situación nos ha hecho ser más conscientes sobre el consumo de cualquier cosa. No se desperdicia nada, o por lo menos se trata de reducir el desperdicio al mínimo posible. Por supuesto el tema financiero es otro quebradero de cabeza. También hay que racionar el dinero. No que haya muchas maneras de desperdiciarlo en cosas banales, por supuesto. No hay en qué. Es el momento de los placeres sencillos: retomar los juegos de mesa, los hobbies, la lectura, el arte perdido de la conversación. Contemplar la naturaleza, así sea desde la ventana o el balcón. Ver buenas películas, buenas series. Experimentar en la cocina, inventar cosas nuevas con los ingredientes de siempre. Y cultivar la paciencia. Esto va para largo, y no sabemos qué tan violentamente nos pegará.

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