lunes, 26 de noviembre de 2012

Ciudad envenenada



La sucia polvareda que esta ciudad despide
narcotiza los sentidos,
enturbia el agua,
infecta el alma.

De su interior brotan gases que intoxican,
lodos ponzoñosos,
líquidos caústicos,
heces sulfurosas.

Quienes respiran el aire enrarecido no lo saben,
pero poco a poco se convierten en ciudad ellos mismos,
se funden con la urbe,
la imitan.

Y vomitan también ellos
-transmutados en palabras-
gases urticantes,
polvos contagiosos,
barros virulentos,
icores nauseabundos.

Entre nubes de smog viven sus días,
grises, iguales, tristes, artificiales.

Convertidos en guerreros del absurdo,
salen a defender colores desvaídos;
y en medievales justas compiten
para alcanzar un impreciso trofeo.

Parecen no darse cuenta de que hace rato
habitan la ciudad cadáver.
En cualquier momento vendrán los zamuros
a pelearse sus despojos.

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