viernes, 20 de abril de 2018

La historia de César

En estos días me acordé de César Montenegro. A pesar de parecer un nombre inventado para alguna telenovela, este César existió realmente, y lo conocí cuando estaba gerenciando un proyecto de migración de plataformas en una empresa de seguros. Lo subcontraté como analista programador, por su experiencia tanto en la plataforma como del negocio, ya que venía de trabajar en una compañía aseguradora que no soportó la crisis financiera de los 90: quebró, y sus activos fueron absorbidos por FOGADE. Esto que narro ocurrió a comienzos del siglo XXI, tal vez en 2003 o 2004 como mucho. César era un hombre algo mayor que yo, casado, con un hijo a punto de entrar a la universidad. Muy educado y respetuoso, tal vez no era el mejor en su profesión pero suplía sus carencias con escrupulosidad en su desempeño. Tenía una gran preocupación: al quebrar su antiguo empleador, le quedaron debiendo la liquidación, tanto a él como a el resto del personal. Hicieron toda la presión que estuvo a su alcance, hasta que por fin contrataron a un reputado jurista para que los representara en la querella. César, por esos días, pasaba de un estado de alegría a uno de frustración con gran facilidad, dependiendo de las noticias que recibía sobre el asunto. Un día, sin embargo, su preocupación pasó a ser otra. Unos meses atrás había comenzado a manifestar una leve cojera, causada por un dolor en la rodilla. No le paró mucho, al principio, pero llegó un momento en que comenzó a ser inaguantable el dolor, y fue al médico. El diagnóstico fue devastador: tenía cáncer. Lamentablemente no fue mucho lo que se pudo hacer por él; estaba contratado a destajo, no tenía seguridad social, y ya no podría trabajar pues debía someterse a los tratamientos usuales de quimio y radio. No supe más de él, hasta que me enteré de su cruel destino: primero le cercenaron la pierna, y poco tiempo después falleció. Murió sin recibir la satisfacción de haber obtenido la liquidación justa que le tocaba, entre otras cosas. El abogado que los representaba no les cumplió. Ah, un detalle final. Ese abogado era Hermann Escarrá.

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