domingo, 24 de junio de 2012

Ojos



El conjuro del profundo
negror de tus pupilas
me condenó al eterno
suplicio de evocarlas.

Y no hay dia, ni noche,
ni madrugada, ni tarde
que no sufra el perenne
dolor de recordarlas.

Dos negros faroles
de acerado brillo,
escrutadores implacables
de todos mis movimientos.

Dos sensores incansables,
acuciosos, insobornables,
dos jueces inconmovibles
ajenos a los sentimientos.

Esos ojos hoy apagados
solo viven en mi memoria,
pero tengo la seguridad de
que me aguardan en algún lugar...

En el destino final.

Cuando cruce el río
en la barca de Caronte,

estarán allí, aguardado mi arribar.



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