sábado, 30 de junio de 2012

Opresión



Andar por la vida con sandalias de hormigón,
circular aceite y no sangre por  las venas,
no respirar oxígeno, sino hollín.
Opresión.

Percibir el odio de miradas a traición,
cargar bolsas de ladrillos llenas,
tragar cucharadas de aserrín.
Opresión.

No atravesar aire sino capas de algodón,
ríos de petroleo cruzar con penas,
arrastrar un cadena que no tiene fin.
Opresión.

Soñar el reposo en un mullido almohadón,
volar en sueños con alas ajenas,
despertar cubierto por un enorme adoquín.
Opresión.

martes, 26 de junio de 2012

Fábula del banco y la farola



En la geografía de mi imaginación
existe un río risueño
que cruza un pueblo pequeño,
lejano, sin tradición.

Apenas una excusa
para albergar una plaza,
de vegetación escasa
y que casi nadie usa.

Pueblan la plaza escueta:
1) un prócer petrificado,
2)una farola coqueta,
3)un banco desportillado.

Cuando la tarde se desvanece
y el sol se oculta franco
un joven estudiante aparece
y se sienta en el vetusto banco.



La farola entonces se enciende
para alumbrar al muchacho
que anda todo borracho
por lo que todavía no entiende.

Saca un grueso tomo
de su ajado morral;
reza en su golpeado lomo:
"Tratado sobre la moral".

Lo confunden las palabras
mas lo tienen atrapado;
el libro no puede soltar
aunque anda demorado.


La farola envidia al banco
que da asiento al estudiante;
a su vez envidia el banco
del farol su luz radiante.

No lo aceptan, por supuesto,
y cual si fuera un torneo
comienza el bombardeo
de halagos autoimpuestos:

"¡Soy más importante!
-exclama la farola-
"Él no podría estudiar
sin mi luz brillante".

"¿y a mi que me cuentas?"
-replica el banco airado-
"sin mi buen apoyo
acabaría pronto cansado".

Pero la verdad es tajante:
tan necesario es el asiento
como la fuente de luz
para el joven estudiante.

Del centro de la plaza, de repente,
emerge un rumor potente:
se trata del prócer pétreo
que está riendo entre dientes.

A la sabia estatua del prócer
causa gracia el proceder
del que quisiera ser el otro
sin reparar en su ser.

Y así acaba esta fábula
que no tiene ton ni son,
simple y modesto fruto
de mi corta imaginación.











El largo viaje que es la vida


La vida es un largo viaje
accidentado, rutinario o divertido;
puede ser solitario,
o al contrario, compartido.

Tal vez sea atormentante,
o resulte relajante;
puede brindar escenas trágicas,
o simplemente mágicas.

A veces queremos detener el viaje,
parar un momento, frenar al carruaje.
Pero es imposible, y lo sabemos:
si nos apeamos, nos lo perderemos.

En el carrusel de feria
debemos seguir montados,
y ni siquiera podemos subir
en el animal deseado.
Todos quisieran viajar
en el caballo alado,
pero de esos hay pocos,
y debemos conformarnos
con el cerdito sonriente,
el elefante o el moscardón.
Sin embargo, no importa:
Todos van en la misma dirección.

A veces el viaje resulta agobiante,
y dudamos en seguir adelante,
pensamos quedarnos en alguna estación,
esperar tal vez una mejor ocasión.

Pero los trenes de la vida son incesantes,
debemos tomarlos, no hay atenuantes,
ni descansos, ni vacilaciones :
solamente el movimiento constante.

Cuando se ha traspasado
del viaje la mitad,
hace mucho tiempo, además,
es inevitable reflexionar.

El camino andado no puede recogerse,
las acciones no pueden devolverse,
las palabras no pueden borrarse,
los recuerdos olvidarse.

Todos sabemos como empieza 
el largo viaje que es la vida:
con gritos, sangre y dolor germinal; 
pero ignoramos cual pieza
del destino, latente, dormida,
nos dirija al inevitable final.



domingo, 24 de junio de 2012

Ojos



El conjuro del profundo
negror de tus pupilas
me condenó al eterno
suplicio de evocarlas.

Y no hay dia, ni noche,
ni madrugada, ni tarde
que no sufra el perenne
dolor de recordarlas.

Dos negros faroles
de acerado brillo,
escrutadores implacables
de todos mis movimientos.

Dos sensores incansables,
acuciosos, insobornables,
dos jueces inconmovibles
ajenos a los sentimientos.

Esos ojos hoy apagados
solo viven en mi memoria,
pero tengo la seguridad de
que me aguardan en algún lugar...

En el destino final.

Cuando cruce el río
en la barca de Caronte,

estarán allí, aguardado mi arribar.



sábado, 23 de junio de 2012

Tu partida


Amanece, y la sucia luz matutina
me recuerda tu mirada
severa, de reproches cargada,
y cansada de la rutina.

Y pienso que soy esto,
no te puedo dar más nada,
la vida es una chorrada,
un transitar siniestro.

Anoche hubo mucho vino,
mucha música, mucho sonido;
esta mañana solo silencio,
busco a mi lado pero te has ido.

No supe retenerte, no supe guardarte;
no supe lo que tenía que darte;
Ahora lo sé, pero es demasiado tarde.