domingo, 3 de abril de 2011

Rock, en sábado por la noche.



Una de mis mayores aficiones, quienes me conocen lo saben, es el rock. Desde mi adolescencia he tratado de asistir a la escena del rock “hecho aquí”, y tuve la oportunidad de presenciar  conciertos memorables en los años 70, tales como el de Vytas Brenner y su Ofrenda junto a Frank Quintero en el Poliedro, el de Estructura montando "más allá de tu mente" en el Teatro París y  el de Témpano como telonero de Police, si mal no recuerdo. Por supuesto que hubo también malos ratos, pero esos se tratan de olvidar.

Ahora, en mis 50, me ha tocado acompañar a mis hijas a toques de las bandas emergentes, y debo decir que no a regañadientes. Más allá del hecho de sentirme un poco cucaracha en baile de gallinas por el tema de la edad, realmente disfruto ver en escena a unos muchachos que pudiendo ser mis hijos se baten duro en la tarima, desplegando un talento y unas ganas envidiables.

Anoche fuimos todos, en familia, a un toque del proyecto Sibelius, liderado por Philipp Scheer, en un local de El Rosal. Llegamos a la hora publicada en el volante del evento, las 10:00 PM. Como se acostumbra en este tipo de toques, la banda sube al escenario alrededor de la una de la madrugada. En ese trio de horas se va calentando el ambiente, y se observa algo muy simpático: los músicos que van a  tocar están allí, compartiendo con los espectadores, tomándose una cerveza como cualquier mortal, sin tomar actitudes de "rock stars". El ambiente es de total camaradería, abrazos van y vienen, se nota que ante todo son panas que comparten una afición. Y la música: el encargado de colocarla pareciera que estuviera haciéndolo para uno, a ratos, y nos pone a escuchar a curiosidades arqueológicas como Janis Joplin, Doors y  Beatles.Y uno ve con asombro que los muchachos se las saben y las corean.

Cuando el reloj marca 5 para la una, se ve movimento en la tarima: la máquina de humo es encendida, se empiezan a escuchar unos acordes clásicos en el background, y lo músicos se suben. Y comienza a sonar rock del bueno. La propuesta neoclásica de Sibelius tal vez no sea lo más novedoso que exista, pues hemos estado escuchando fusiones de rock con música académica desde hace mucho tiempo, pero puedo decir que está muy bien llevada a cabo. Philipp es un gran intérprete de la guitarra, y se hace acompañar por unos invitados de lujo, chamos que a pesar de su corta edad demuestran un gran control sobre sus respectivos instrumentos. Sibelius es un proyecto, unipersonal en estos días, que se materializa utilizando músicos invitados de las mejores bandas de la escena del rock nacional. Anoche fueron Miguel Pepe, mejor conocido como Pepín, bajista de Electrocirkus, tal vez el más veterano en la agrupación, de gran presencia y eficiencia; el guitarrista de Mojo Pojo, Antonio Narciso, quien por cierto no le hace honor a su apellido, ya que es lo más antidivo que he visto: se sienta en un taburete en segunda línea y desde allí, semiescondido, pone a sonar de manera admirable su guitarra, totalmente concentrado en su labor; Franco Nori de Cyclic Fracture, un muchacho flaco, melenudo y de apariencia tímida que se transforma cuando se acomoda detrás de la batería; y un "importado", el vocalista canadiense Sean De Boer, quien más que rockero parece una encarnación del Bruce Willis de Die Hard, papeado y calvo. Decía que Philipp es un gran guitarrista, pero más allá de ello es un excelente front man. Irradia simpatía y a ratos ingenuidad, y rápidamente se gana a la audiencia con su gran carisma y sencillez.

El concierto estuvo compuesto por una mezcla de temas propios de la banda y covers de canciones clásicas del rock y del metal. Entre las piezas que más me llamaron la atención puedo mencionar una versión del concierto en La menor de Vivaldi; una canción inédita, "Neoclassical cowboy", que va a estar en la próxima entrega de Sibelius, con un duelo de guitarras que se las trae; y el punto álgido del concierto, la excelente "Venezuela infinita", pieza predilecta de Scheer en sus propias palabras y que fue la escogida para cerrar la noche, pero el cierre de mentira antes del acostumbrado "Encore".

La nota fresca la puso la invitación para que alguien de la audiencia se subiera a vocalizar "Enter sandman". Debo decir que si quien subió al escenario fue un amateur, lo hizo muy bien; el individuo demostró cancha y aplomo. En fin, una noche de buen rock, para recordar. Gracias también a la entrega de un CD de la banda con la compra de la entrada: sospecho que en estos días va a estar sonando bastante en mi casa.

3 comentarios:

  1. Gracias por esa reseña y por lo que me toca, jejejej

    www.facebook.com/sibeliussoul

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  2. Por nada, Miguel. Te felicito por lo bien que tocas. ¿Tu apellido es Pepe, entonces? En la convocatoria por FB apareces como Pepín, por eso lo puse así. Por cierto, lo de veterano es sin ningún doble sentido, porsia :-)

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  3. Hola Mirco!!!! Mil gracias por la TREMENDA reseña!!! La he disfrutado un montón, además de revivir ese día por la excelente narración de los acontecimientos!!! Ya mismo la pongo a rodar, me encanto!!! mil gracias y un fuerte abrazooooo!!!!!! Philipp Scheer = )

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