San Bernardino alberga, que yo sepa, dos museos. Uno de ellos es bastante conocido, tiene su asiento en la Quinta Anauco, y está dedicado al arte colonial. El otro es mucho más reciente y está en las entrañas de la urbanización, un par de cuadras más arriba del vetusto Centro Médico de Caracas; su vocación es lo afroamericano.
Visitar el Museo de Arte Afroamericano fue una tarea pendiente desde que supimos de su existencia, postergada por esos tropiezos que llamamos "el día a día". No fue sino este domingo que acaba de pasar cuando, atendiendo una invitación que nos realizara el artífice del museo - el acucioso investigador y coleccionista Nelson Sánchez - para que asistiéramos a una presentación de la banda de electrojoropo "El llanero eléctrico", tuvimos la ocasión de conocerlo.
Como dije, queda en San Bernardino, ese laberinto de calles en las que suelo perderme cada vez que voy para allá. Y esta vez no fue la excepción, a pesar de haber consultado gmaps para dar con el lugar. El flechado me jugó en contra, y tuve que dar una pequeña circunvalación alrededor del Centro Médico para llegar a la Avenida Occidental, en donde se erigen las instalaciones del museo. Ocupa en realidad dos edificaciones: una hermosa quinta que supongo data de finales de los 40, que entre otras cosas alberga una pequeña tienda de recuerdos relacionados con el motivo del museo, y en el piso superior unas agradables e iluminadas salas de exposición, y una construcción moderna que se comunica con la anterior mediante un pasillo, en donde los visitantes se encuentran con otra gran sala y una terraza que mira sobre San Bernardino, y en el piso inferior un auditorio, que fue el lugar que nos permitió disfrutar de la presentación musical a la que fuimos invitados.
Al llegar al museo nos recibió el mismo Nelson, quien nos obsequió una taza de café y un poco más tarde, cuando se nos unieron algunas otras personas, nos ofreció el lujo de una visita guiada por él mismo, que tuvo el aliciente adicional de permitirnos observar una exhibición de objetos relacionados con símbolos de poder, en pleno proceso de montaje, que se está realizando con la colaboración de la escuela de arte de la UCV. Una gran cantidad de tronos, cetros, armas, ropas, instrumentos musicales, máscaras y joyas, que eran utilizados por los jerarcas de las comunidades tanto africanas como de otras latitudes, están armoniosamente expuestos en los generosos espacios del museo. Pregunté, asombrado, sobre el origen de tantos objetos, suponiendo un préstamo de otras instituciones similares desperdigadas por el mundo, pero Nelson me sacó del error apuntando risueño un dedo hacia sí mismo. Objetos de las culturas aborígenes del mundo, con especial énfasis en las africanas, coleccionados durante más de 40 años, están allí para el disfrute visual de los visitantes. La cercanía con esas piezas, algunas de gran antigüedad, produce una sensación cercana a la reverencia, y - por lo menos en mi caso - permite darse cuenta de lo poco que se conoce de esas culturas, de su sistema sociopolítico, de sus costumbres, de sus expresiones artísticas, más allá del África caricaturesca que nos vendieron Holliwood y la televisión.
Luego del grato recorrido por las instalaciones del museo, nos regresamos a la tienda a esperar que nos convocaran al auditorio. Pasadas las 11:30 no dirigimos a él, y luego de escoger asientos aguardamos con paciencia el inicio del espectáculo. Hubo un pequeño inconveniente que retrasó su comienzo, pero Nelson, como el buen anfitrión que es, nos obsequió unas copitas de cocuy para engañar la espera. Por fin, ya sobre las 12, entraron los músicos que acompañan en la batería y el bajo eléctrico a Germain Coronado, el Llanero Eléctrico.Acto seguido, como si de un acto de Stand Up Comedy se tratase, ingresó Germain, soltando chanza tras chanza. La razón de su mote la conocimos de inmediato, y no es precisamente el instrumento enchufado con el que se acompaña Germain, un hermoso cuatro eléctrico. Es por su desenvolvimento en escena, que a ratos nos recordó a John Frusciante por sus saltos enérgicos y su manera de rasgar las cuerdas. El show del Llanero Eléctrico está lleno de humor, de guiños constantes a sus raíces en un entrevero trancado con las bandas seminales de la movida del rock desde los 60 hasta nuestros días, y a la reflexión sobre el período particularmente complicado que estamos atravesando. Tuvo su momento sentimental al hacerle un homenaje a los exiliados que se van casi por desesperación, en concreto a su hermano, y no pudo reprimir una furtiva lágrima que se secó inmediatamente para luego, tras un guamazo de cocuy, retomar la actitud festiva y bochinchera. Fue un concierto muy divertido: pasó por los Beatles (con una Eleonor Rigby trastocada en vendedora de empanadas en el terminal de buses, que sueña con ser pintora), Red Hot Chily Peppers, Radio Head (Creep se convirtió en un guayabo producido por los amores contrariados de un veguero y una chica de Cafetal), hasta llegar a una versión genial de Black Dog de Zeppelin en donde dio rienda suelta a su capacidad de improvisación. El encore fue un joropo que entusiasmó a más de uno a echar un pie allí mismo, al ladito de Germain. Unas palabras de elogio para los músicos que acompañaron al llanero; de mucha solvencia, brindaron un gran sonido que muchas veces, en espectáculos más producidos, no se alcanza.
Al terminar el show conversamos un rato con los organizadores, los músicos, y con uno de los promotores de la movida del joropo contemporáneo, Ernesto Soltero, quien a través del colectivo Rey Zamuro (colectivoreyzamuro.blogspot.com) informa periódicamente sobre las novedades que se producen alrededor del movimiento. Sin ninguna reserva invito a los lectores a visitar el Museo de Arte Afroamericano y a asistir a algún concierto de Germain Coronado. Van a disfrutar ambas experiencias, se los garantizo.
Esos eventos donde los asistentes son suficientes y no andan apretujandose son perfectos. Al final se convierten en una reunión de amigos que antes ni se conocían. Gracias por nombrarme en la nota, Mirko. Yo había visitado ese museo unos meses antes y también me encantó su increíble colección de arte aborigen. Algo me dice que voy a ir más a menudo para allá. Estoy pendiente por ahora de escuchar algo de jazz y ver la exposición de mis hermanos ucevistas.
ResponderEliminarFue muy grato conocerte en persona, Ernesto. Seguramente volveremos a coincidir allí o en cualquier otro evento que nos regale la ciudad.
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