lunes, 7 de enero de 2019

Siete de enero

El celular me inforrma que son las 8:14 del lunes 7 de enero de 2019. Sumido en la leve resaca producto de la celebración de Reyes, en donde tal vez se tomó una copa de más, reparo en la fecha: durante la infancia, ese era uno de los días agridulces del año. El regreso a clases, luego de las vacaciones navideñas. Suponía dejar atrás los días de ocio, que pasaban por la impaciente espera por el 24 y los regalos estacionados debajo del árbol, y luego los días de disfrute de los juguetes, sin mayor preocupación que sacarles todo el jugo posible durante esas par de semanas. Y reencontrarse con los amigos, tal vez luciendo en la muñeca el Nivada, o el Mulco, o más recientemente el Seiko, que los más afortunados recibían como regalo mayor en Navidad. Volver a madrugar, tal vez eso era lo más duro. Sin embargo, había un consuelo: a la vuelta de un mes, otro pequeño asueto dedicado al rey Momo, y cuarenta días más tarde toda una semana más de vacaciones. Pensándolo bien, nuestra vida era un archipiélago de festividades a las que llegábamos tras una pequeña travesía por el mar de las obligaciones.

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