lunes, 24 de junio de 2013

El valor de unos segundos



¿Qué son unos segundos más o unos segundos menos? Generalmente nada, una nimiedad. No dan para llegar tarde a una cita, ni para desesperar en una espera. Pero hay ocasiones en que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Unos segundos por exceso o por defecto nos pueden poner en situaciones de peligro, en el clásico "lugar y momento equivocados".

Esta mañana de lunes feriado  mi esposa y yo fuimos al Parque Del Este - así le digo desde que tengo uso de razón, y no le voy a cambiar el nombre cada vez que al político de turno se le ocurra rebautizarlo - a dar un par de vueltas y de paso tomar algunas fotos, que es uno de nuestros hobbies. Habíamos planeado ir temprano, para evitar las aglomeraciones y el calor, pero al final nos dio pereza madrugar y salimos más tarde, como a las 7:32. Llegamos al parque a las 7:42 con 23 segundos. Hicimos nuestras vueltas de rutina, 2, a la velocidad acostumbrada, y después paseamos tranquilamente por el parque, haciendo tiempo para ir al automercado, y aprovechando para buscar tomas inéditas para nuestro ya abultado álbum de fotografías del parque. Cuando terminamos, a eso de las 8:51 con 37 segundos, nos fuimos a la taquilla a pagar el estacionamiento; teníamos tres personas delante, así que a las 8: 53 con 12 segundos cancelamos el pírrico importe, un Bolívar Fuerte. A las 8:55 con 7 segundos abordamos el carro. A las 8:57 exactas estábamos saliendo del estacionamiento. Tomamos por La Casona con la intención de seguir hacia San Luis, para las compras que teníamos pendientes. A las 9:02 con 12 segundos estábamos transitando por la avenida que lleva a la transversal de Los Ruices que empalma con la Avenida Principal de esa urbanización, y en ese momento nos pasó una camioneta blanca, enorme, a una velocidad vertiginosa que no disminuyó al llegar a la esquina; no sabemos como no se volteó al cruzar; el conductor no frenó en ningún momento, no se detuvo a ver si venía algún vehículo. Por suerte no fue así, y no hubo ningún accidente, gracias a que no había casi carros circulando por ser día festivo. En algunos instantes supimos la causa de la prisa del imprudente chofer de la camioneta: lo venía persiguiendo un tropel de policías motorizados. Quien sabe cual delito había cometido: ¿un robo, un secuestro tal vez? Nunca lo supimos, pues estacionamos nuestro carro para darle paso a la nube de motos que tomaban parte en la persecución del fugitivo. Tampoco supimos si lo agarrarían, o si por el contrario lograría escapar. Esos hechos dejaron de ser noticiosos, y no aparecen en las   transmisiones radiales o las publicaciones de prensa.

No es mi intención ser dramático, sino realizar una simple reflexión.Tal vez lo que diga suene exagerado, pero no deja de ser cierto: no pude dejar de pensar en lo que hubiera podido suceder si en cambio de tres personas esperando en la taquilla del estacionamiento hubiera habido dos, o si en la cola para salir del parque nos hubiéramos tardado menos tiempo; si algún evento casual, en fin,  nos hubiera hecho salir unos cuantos segundos antes, provocando que nosotros ya hubiésemos estado en la transversal cuando el individuo de la camioneta en fuga la entrompó sin ningún cuidado. Tal vez a esta hora no lo estuviéramos contando. Tal vez nuestro vehículo hubiera resultado el obstáculo entre el hampón y su libertad, a costa nuestra. Unos segundos. Una tontería.

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