Como ayer teníamos que hacer algunas compras en Sabana Grande, se me ocurrió unir el deber con el placer e invité a mi esposa a comer en un lugar de la geografía de mi infancia. Las Cancelas, que se promocionaba como la mejor paella de Caracas. No sé si el slogan era cierto, pero esos arroces podían ser memorables. Tenía más de diez años que no acudía al lugar, y la primera sorpresa fue ver que se había estancado en el tiempo: después de la remodelación que sufrió en los años 80, no ha cambiado en nada, salvo en el perceptible deterioro de las instalaciones. El mobiliario sigue siendo el mismo. Un vago olor a cloro tapando algo viejo flotaba en el ambiente. Sobre nuestra mesa, una botella que había sido de vino blanco según decía la etiqueta ahora albergaba un líquido azul. Aparte de nosotros, había apenas un par de personas en la barra y otras 4 o 5 mesas ocupadas. Solamente un par de mesoneros deambulaban por el local, sin darse mucho apuro, pues no lo había en absoluto. Pedimos dos cervezas, que llegaron heladas, y allí comencé a reconciliarme con el lugar.
Nos trajeron la carta, que salvo los precios también estaba anclada al pasado: la misma oferta de siempre. Por lo general ese es un sitio para pedir algún arroz, pero no estábamos dispuestos a esperar los proverbiales 35 minutos (que siempre terminan siendo una hora), por lo que nos decidimos por una zarzuela de mariscos, mi esposa, y yo por el cordero al horno. El servicio del camarero puede considerarse como diligente, pero el de la cocina no tanto: esperamos bastante para unos platos que deberían estar por lo menos precocinados. Pedimos otro par de cervezas para mitigar la espera. A pesar de la tardanza, no puedo hablar mal de la cocina. Los platos estaban muy buenos, tal vez la zarzuela un poco alta de sal pero nada como para quejarse. Mi cordero estaba muy tierno y jugoso. Las raciones suficientes, no llegando a abundantes, pero no nos dejaron con hambre. En cuanto a precios, gastamos 450 Bs. con todo y propina.
En fin, creo que los locales están enfrentados a una lucha para lograr sobrevivir, en la cual tienen que sacrificar ciertas cosas para permanecer a flote. En el caso de Las Cancelas, manteniendo al mínimo las instalaciones y el personal y tratando de lograr equilibrio entre la calidad de la oferta y los precios. Supongo que los tiempos en los cuales uno se sentaba en la barra y con una cerveza le obsequiaban una tapa no volverán.
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