lunes, 2 de marzo de 2015

Boyhood



La ingenuidad de la niñez. Recuerdo estar viendo en el cine Radio City, en Sabana Grande, una película de época cuyo protagonista pasaba de la infancia a la adultez. Yo me maravillé por ese hecho, pues supuse que quien representaba al niño y al adulto era el mismo actor, con años de diferencia. Por supuesto alguien mayor que yo me sacó de mi error, probablemente burlándose de mí y produciéndome de rebote la primera decepción fílmica.

Claro, es absurdo pensar que una película espere por el crecimiento de los actores. ¿O no? El director Richard Linklater hizo realidad mi presunción infantil: a lo largo de 12 años, unos pocos días cada uno, registró el crecimiento y el envejecimiento de los actores e hizo una película redonda, bien contada y bien actuada. La apuesta era sumamente arriesgada: lograr el compromiso de los actores, sobre todo de los más pequeños, mantener el hilo narrativo y la continuidad visual debe haber sido todo un reto. De hecho, me parece que lo menos importante es la historia, a pesar de ser consistente.

Como dijo acertadamente mi amiga Kelly Martínez, es un bello homenaje al hecho de crecer. La película registra con rigurosidad todas las etapas que marcan el desarrollo de un ser humano, desde que es apenas un proyecto de persona hasta que se instala en la adultez. A la vez es una reflexión sobre el envejecimiento, y el pase de testigo entre generaciones. La reflexión final de la madre interpretada por Patricia Arquette es demoledora.

También es una película sobre los valores familiares. A pesar de retratar a una familia disfuncional - padre ausente la mayor parte del tiempo, madre con terribles elecciones de pareja - los muchachos crecen bien, con valores morales y éticos bien definidos. Me llamó la atención la evolución del personaje del padre, interpretado por Ethan Hawke. Al principio lo presentan como un irresponsable, pero él mismo se encarga de dar la cara y revelarse como una figura inspiradora para sus hijos. Es quien les habla de política y de contracepción, por ejemplo, mientras la madre está más ocupada en cómo resolver la situación económica de su familia.

Hablando de los muchachos, me parece que Ellar Coltrane estuvo muy bien en su papel de Mason Jr. Un poco sobreactuada, en cambio, Lorelei Linklater, Samantha en la película e hija del director en la vida real. Una anécdota curiosa: el padre la incluyó en la película porque de pequeña era sumamente histriónica y le encantaba cantar y bailar. Cuando entró en la adolescencia se aburrió de la película y le pidió a su padre que matara a su personaje, para relevarla de la responsabilidad. Pero éste se opuso puesto que un hecho tan dramático desvirtuaría la intención original de la película. Al final la convenció y logró que completara el rodaje.

Un comentario sobre la banda sonora: es la que nos pone en contexto en el tiempo. Cada canción que suena pertenece al año que transcurre en ese momento en la película. Un buen recurso, y de paso un guiño a la nostalgia.

En resumen, una muy buena película, totalmente recomendable. A pesar de su duración, la técnica narrativa empleada, de escenas cortas que se suceden con agilidad, hace que no se le pierda el hilo a la película y logra mantener la atención hasta el final.


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