Hace algún tiempo mi editor, Carsten Todtmann, me contó que, durante una estadía suya en la República Democrática de Alemania, es decir, la Alemania comunista, aprendió el siguiente dicho, que describía el estado de cosas en el país: "la gente finge que trabaja, y el régimen finge que gobierna".
Últimamente he estado recordando mucho esa anécdota, asimilándola a la realidad venezolana actual. Estamos sumergidos en una dinámica ficcional. El país, lo que queda de él, está agarrado ya no con alambres sino con pabilo.
Ya el tráfico es cosa del pasado; las vías andan ligeras, escasas de vehículos. Cada vez hay más carros parados, y no es para menos. Cualquier repuesto descuadra el presupuesto familiar. Sin hablar del indispensable aceite, sobre todo para los carros viejos que son la constante. Además de la calle, los signos de la inminente paralización del país se pueden apreciar en los comercios. Voy a poner de ejemplo el automercado Central Madeirense de El Marqués. En la zona de frutería tenían tres grandes estantes en el medio, destinados a la fruta y hortalizas que no necesitan refrigeración: papas, cebollas, plátanos, aguacates, cambures, cocos. Un día desapareció uno de ellos. Ahora ya no hay ninguno. El vacío reemplazó a dichos estantes, y la mercancía que albergaban fue distribuida en los anaqueles refrigerados adosados a las paredes. Pero ni así estos se llenaron. El mismo patrón se observa en las restantes áreas del automercado. Ya no se molestan en redistribuir la mercancía para disimular la escasez, como se hacía en otras épocas. Ya no es necesaria ni eficaz la simulación. Algunos empleados hacen su labor con cierta mística, pero son los menos. La mayoría esgrime su total desidia. Y ya ni los culpo ni les reclamo.
En realidad me parece asombroso que todavía haya gente que acuda a un empleo en donde, por mucho que gane, no se va a acercar ni de lejos al monto necesario para cubrir la canasta básica. ¿Cómo hacen? Es más, ¿cómo hacemos? ¿Cómo estamos enfrentando esta situación? Empobreciéndonos paulatinamente, me temo. Quemando reservas quienes las tengan, o apelando a la buena voluntad de los familiares que puedan echar una mano eventualmente. Dicen que muchos sobreviven gracias a las remesas que reciben del exterior, y es una posibilidad, ya que actualmente es poca la gente que no tenga al menos un allegado que haya emigrado Pero no es una estrategia sostenible en el tiempo, por supuesto. Urge un cambio. O naufragaremos irremediablemente.
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