La avenida Sanz de El Marqués, ese corredor vial que
comunica la Francisco de Miranda con la Cota mil, ha sido, tradicionalmente,
lugar de sucesos infaustos. En los años 90 una serie de arrollamientos hizo que
los vecinos emprendieran una campaña agresiva para lograr que los vehículos
aminoraran la velocidad, y entonces, por un tiempo, la vía estuvo minada de policías
acostados en todo su trayecto. Luego volvió a salir en las crónicas rojas
cuando ocurrió un asalto al supermercado de unos lusitanos, que resultaron
muertos en el hecho. También fue asesinado en la Sanz un ingeniero de origen
ruso, amigo de mi suegro, cuando trataron de robarle su vehículo.
Recientemente un par de hechos noticiosos e infaustos
volvieron a ocurrir en las adyacencias de la avenida. Primero fue un
arrollamiento. Según lo recogido en las redes sociales, el conductor de un
camión trató de esquivar un hueco en el pavimento y en la maniobra se llevó por
delante a un muchacho de dieciocho años, llamado Gabriel Marquis, que sufrió
fractura de pelvis entre otros traumatismos. Esta mañana leí que desgraciadamente
el joven falleció a la espera de una operación que no pudo concretarse por
falta de fondos. El otro caso es el de un niño de un par de años, abandonado en
una caja en el portal de uno de los edificios que se asoman a la Sanz. La foto
que circuló lo muestra dentro de la caja, con cara desconcertada, sosteniendo una
galleta de soda en la mano, que no sabemos si se la dejó quien lo abandonó allí
o fue algún habitante del inmueble.
Esos dos casos dan cuenta de la enorme tragedia que enfrenta
el país. Un joven que muere porque las calles están en un estado de abandono
total, y porque cualquier intervención quirúrgica sobrepasa las capacidades
económicas de la mayoría de la población. Un niño abandonado, porque su madre
(que fue capturada, finalmente) no tiene los recursos para mantenerlo. Son
apenas dos casos de los cientos, tal vez miles, que ocurren todos los días en
este país, sin que las personas que encabezan el régimen se conduelan por sus
habitantes. Más bien pareciera que es lo que buscan: que la población se
reduzca todo lo que sea posible, ya sea por fallecimiento de los más débiles y
expuestos como por la emigración del grueso de la clase media. Un esquema
perverso.
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