Obra de Marianella Ferrer - La Ceiba. Acrílico sobre tela, 50 x 70 cm, 2014 |
Una semilla dormida, latente,
penetró la húmeda oscuridad de la tierra
y germinó, exponiendo su tallo, aún frágil,
a la rudeza de los elementos.
Resistió con gallardía
lluvias torrenciales,
soles inclementes,
y se convirtió en gigante.
Durante cien años ha estado
sobre esa misma tierra,
afianzando sus enormes raíces,
procurando alcanzar al sol.
Mutante, como el ciclo del tiempo.
Lleno de hojas a veces, otras despojado.
Hoy quiere abrazar al cielo
con sus largas ramas desnudas.
Pretende abarcar la extensión azul,
cobijarla, acunarla en su seno.
El observador distraído, al verlo seco,
piensa que está muerto.
Pero se engaña: el vetusto árbol
rezuma savia vital
y se prepara para vestir hojas nuevas,
retoños que luego
lo colorearán de verdes profundos.
Y un poco más tarde
soltará la blanca lana
que simula nevadas
en trópico inclemente.
Cada año la ceiba
renueva su promesa de vida.
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