viernes, 18 de septiembre de 2015

Podofobia



Escena 1: Estás en un restaurant. Mientras esperas la comida, te tropiezas con la imagen de unos mocasines abandonados en el piso. Subes la mirada y ves que su propietario está sentado haciendo la posición de flor de loto, exhibiendo sus pies desprovistos de medias sin ningún recato.

Escena 2: Estás caminando por el Parque del Este. Cuando llegas al paradero cercano al estacionamiento norte, un fuerte olor a alcanfor con mentol te invade las fosas nasales. En seguida ves el origen del aroma: un tipo está masajeándose los pies, por supuesto desnudos, con algún linimento.

Sí, soy podófobo. Ambas escenas me dan algo entre el asco y el escalofrío. No sé si se trata de algo atávico o se debe a algún trauma de la primera infancia. Lo cierto es que el tema de los pies es todo un tema, para mí.

Ahora bien, no son todos los pies. Unos pies bonitos, bien cuidados, con sus uñas cortadas con diligencia, pintadas si son de mujer, me llaman la atención, y puedo apreciar su valor estético, y si lo llevamos al extremo, hasta erótico. Pero esos son unos pies ideales, digamos que de revista. Cuando se sale a la calle, se monta en el metro, se va a un centro comercial, una legión de pies desnudos lo están esperando a uno. Algunos  (para ser totalmente honesto, muchos, pues en general la mujer venezolana es coqueta y se arregla) agradables de ver. pero también se observan muestras lamentables, de escasa higiene y gran descuido. Casi todos de mujer, pero ya no es raro que sean de hombre, también. Cada vez es más frecuente conseguirse a hombres en cholas caminando impune e impúdicamente por la ciudad. O con sandalias de cuero o, el horror, de goma marrón imitando cuero, de esas que llaman "petroleras". Puagh. Tengo la firme creencia de que los únicos escenarios aceptables para que un hombre ande sin zapatos cerrados son la intimidad de su hogar, o la playa. Ya va, me acaba de asaltar la imagen de las pezuñas del Pepe Mujica, asomándose desde sus sandalias abiertas en la punta. Es difícil de olvidar. Y asquerosa.

No sé si esta particularidad mía sea algo común, ni si estará inscrita en el catálogo de las fobias. Tampoco sé si tendrá remedio. Nunca he visto algún anuncio de "Podófobos anónimos". Pero me imagino las sesiones: "Me llamo Mirco, y tengo 20 días sin sentir nauseas". Y los demás podófobos aplaudiendo. Todos andan en sandalias petroleras.

2 comentarios:

  1. Pensé que era yo sola, no puedo con el comercial del "rayito" para las durezas de los pies, lamento recordarlo, espero no tengas nauseas de nuevo por mi culpa.

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  2. Te entiendo. Ojalá que alguna vez mis familiares lo entiendan y dejen de decir "Tú tienes esa fobia. Tienes que curártela tú, no nosotros."

    Me alegra ver que hay más gente que piensa lo mismo que yo sobre los pies :)

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