Éste es mi cuarto de juegos. Siéntanse libres de tomar lo que gusten; si quieren dejar algo, también sirve.
domingo, 3 de marzo de 2019
Cierre
No recuerdo ahora con cuales medios me pude trasladar desde Sartenejas al Ramal 3 de la avenida Caurimare, en Colinas de Bello Monte. Todavía era un peatón, y me movía en transporte público o en las colas que podia conseguir. El punto es que logré llegar a ese lugar que tanto representaba para mí, y del cual, en el fondo, no quería desligarme. Habría pasado cerca de un año desde cuando se produjo mi abandono de ese recinto, y pude notar ciertos cambios. Cosas que eran promesas mientras permanecí allí ahora estaban realizadas. Sentí algo parecido a la envidia y el resentimiento, debo confesarlo. Otros estaban disfrutando lo que el tiempo me había negado. Saludé, sin embargo, con emoción a quienes se me acercaron. Directivos y discípulos de los años anteriores, con quienes había trabado amistad. Todos me recibieron con manifestaciones de aprecio. Por un momento me sentí todavía parte de esa institución en donde había hecho vida durante once años, y tal vez irreflexivamente irrumpí en una partida del único deporte que se practicaba en mis años allí, el Volley Ball. Sin esperar a ser invitado, como lo había hecho siempre, como era costumbre, al final. Disputé un balón con un muchacho del último año; en el salto en pos de la pelota chocamos en el aire, y al caer me dijo: "¿Qué tienes que hacer tú aquí? Ya no estudias en este colegio, deja de fastidiar". Tal vez ese reclamo fue lo necesario para que lograra asimilarlo: ya no pertenecía allí, era hora de dejarlo atrás. Recogí mi morral con los libros y los apuntes de la universidad, y me fui caminando por última vez por esas calles que no volvería a pisar jamás.
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