domingo, 15 de diciembre de 2019

Marriage story


Anoche vimos “Marriage story”, en parte por la gran cantidad de críticas, elogiosas y no tanto, que proliferaron en las redes esta semana. Me dejó sentimientos agridulces, encontrados. Lo bueno de esta peli es que se pueden hacer spoilers sin dañarle la experiencia a quienes no la hayan visto todavía, pues desde el principio se sabe lo que está ocurriendo, así que aquí voy.
En el plano formal, la película tiene un corte intimista, casi que minimalista, con muy pocos personajes de importancia, y con esa economía de recursos logra contar de manera eficiente la historia que vino a comunicar. Con un puñado de actores conocidos y que teníamos tiempo sin ver, la película nos narra el naufragio de un matrimonio, anunciado desde las primeras escenas, ya en su fase de disolución. Y nos pone en frente las pequeñas miserias que sobresalen en las relaciones humanas cuando se deterioran. Es que la película tiene dos vertientes: el plano práctico de cómo se enfrenta un divorcio, con la asesoría expedita y cruel de los abogados, los cambios forzados en el tren de vida, los acomodos indispensables obligados por la nueva situación, y el plano de los sentimientos, que (gracias al cielo) se resuelve sin necesidad de convertir la peli en una lacrimosa versión 2.0 de Kramer vs Kramer. El director tiene el pulso necesario para desarrollar el discurso afectivo sin recurrir a la cursilería. Unas breves y precisas pinceladas, en los momentos adecuados, bastan para establecer el estado de ánimo que impera en esa familia en vías de transformación, por no hablar de disolución. Una película de detalles: como los que demuestran la dependencia que tiene el marido de su esposa, en cosas banales como un corte de cabello, o la escogencia de un plato de comida.
En medio de la película me vi tentado a tomar partido por una de las partes involucradas: comencé a sentir empatía hacia el marido, quien vio de repente cómo se desmoronaba su vida frente a sus ojos. Pero, afortunadamente, la película tiene suficientes elementos para balancear las cargas, y recapacité sobre mi impresión inicial. En realidad, en ese naufragio nadie es responsable absoluto: cada quien tiene su porción de culpa. Me parece, también, que la película maneja un concepto controversial: no es posible conjugar la felicidad conyugal con el éxito profesional. La esposa alega, como causa principal de su decisión, el sentimiento de nulidad que le producía la relación con su marido, quien no la dejó explorar a tiempo sus facetas artísticas más allá de ser su actriz fetiche. Eso la obligó a aceptar un empleo a miles de Km. de distancia de la ciudad en donde habían fijado residencia, y a llevarse con ella al hijo de la pareja. Claro, luego nos enteramos sobre algunos hechos que precipitaron la decisión de la esposa, y terminamos entendiendo que su decisión tuvo otros fundamentos más allá de la necesidad de trascender, de triunfar.
En conclusión: buenas actuaciones (sobre todo me causó grata impresión Adam Driver, me parece que se lleva el galardón de mejor actor en esta película), buen guion, buena dirección. Tal vez yo hubiese prescindido de un par de escenas, por ejemplo la de las actuaciones cantadas, pero ya eso es un problema personal (siento que no le aportan mucho al desarrollo de la película más allá de demostrar las habilidades de los personajes, cada uno a su manera). El cierre me gustó, con otro de los pequeños detalles que dicen mucho sobre la relación entre esas dos personas que, a pesar de haberse separado, todavía tienen mucho que compartir en el porvenir.    

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