Anoche
vimos “Marriage story”, en parte por la gran cantidad de críticas, elogiosas y
no tanto, que proliferaron en las redes esta semana. Me dejó sentimientos
agridulces, encontrados. Lo bueno de esta peli es que se pueden hacer spoilers
sin dañarle la experiencia a quienes no la hayan visto todavía, pues desde el
principio se sabe lo que está ocurriendo, así que aquí voy.
En el
plano formal, la película tiene un corte intimista, casi que minimalista, con
muy pocos personajes de importancia, y con esa economía de recursos logra
contar de manera eficiente la historia que vino a comunicar. Con un puñado de
actores conocidos y que teníamos tiempo sin ver, la película nos narra el
naufragio de un matrimonio, anunciado desde las primeras escenas, ya en su fase
de disolución. Y nos pone en frente las pequeñas miserias que sobresalen en las
relaciones humanas cuando se deterioran. Es que la película tiene dos
vertientes: el plano práctico de cómo se enfrenta un divorcio, con la asesoría expedita
y cruel de los abogados, los cambios forzados en el tren de vida, los acomodos
indispensables obligados por la nueva situación, y el plano de los
sentimientos, que (gracias al cielo) se resuelve sin necesidad de convertir la
peli en una lacrimosa versión 2.0 de Kramer vs Kramer. El director tiene el
pulso necesario para desarrollar el discurso afectivo sin recurrir a la
cursilería. Unas breves y precisas pinceladas, en los momentos adecuados,
bastan para establecer el estado de ánimo que impera en esa familia en vías de
transformación, por no hablar de disolución. Una película de detalles: como los
que demuestran la dependencia que tiene el marido de su esposa, en cosas
banales como un corte de cabello, o la escogencia de un plato de comida.
En
medio de la película me vi tentado a tomar partido por una de las partes
involucradas: comencé a sentir empatía hacia el marido, quien vio de repente
cómo se desmoronaba su vida frente a sus ojos. Pero, afortunadamente, la
película tiene suficientes elementos para balancear las cargas, y recapacité
sobre mi impresión inicial. En realidad, en ese naufragio nadie es responsable
absoluto: cada quien tiene su porción de culpa. Me parece, también, que la
película maneja un concepto controversial: no es posible conjugar la felicidad
conyugal con el éxito profesional. La esposa alega, como causa principal de su
decisión, el sentimiento de nulidad que le producía la relación con su marido,
quien no la dejó explorar a tiempo sus facetas artísticas más allá de ser su
actriz fetiche. Eso la obligó a aceptar un empleo a miles de Km. de distancia
de la ciudad en donde habían fijado residencia, y a llevarse con ella al hijo
de la pareja. Claro, luego nos enteramos sobre algunos hechos que precipitaron
la decisión de la esposa, y terminamos entendiendo que su decisión tuvo otros
fundamentos más allá de la necesidad de trascender, de triunfar.
En
conclusión: buenas actuaciones (sobre todo me causó grata impresión Adam
Driver, me parece que se lleva el galardón de mejor actor en esta película),
buen guion, buena dirección. Tal vez yo hubiese prescindido de un par de
escenas, por ejemplo la de las actuaciones cantadas, pero ya eso es un problema
personal (siento que no le aportan mucho al desarrollo de la película más allá
de demostrar las habilidades de los personajes, cada uno a su manera). El
cierre me gustó, con otro de los pequeños detalles que dicen mucho sobre la
relación entre esas dos personas que, a pesar de haberse separado, todavía
tienen mucho que compartir en el porvenir.
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