miércoles, 15 de abril de 2020

Bitácora del insilio. Día 34


A lo lejos vi una asamblea de palomas, congregadas alrededor de un comedero improvisado por algún vecino compasivo. Entre ellas, revoloteaba un ave distinta, pero por la lejanía no la logré distinguir, salvo por su vuelo. Al acercarme un poco más, corroboré mis sospechas: se trataba de un gavilán, que compartía el desayuno con las palomas. Ellas, al parecer, no se sentían amenazadas por la rapaz, que esperaba paciente su turno de picotear el arroz picado y los mendrugos de pan esparcidos por el piso. Le pasé al lado, y me ignoró por completo. José José comenzó a sonar en mi radiecito interno, como era inevitable.

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