viernes, 6 de abril de 2012

Objetos eternos

En toda casa existe esa categoría de cosas: la tacita con el asa un poco desportillada pero que a pesar de ello es la favorita, un sartén algo quemado pero que fríe como ninguno los plátanos, o tal vez un peine que ha amansado los chicharrones por varias generaciones. Yo no escapo a esa condición de acumulador. Mi naturaleza es la del coleccionista, y soy renuente al desecho. Gracias a ello tengo una gama de utensilios que he visto a mi alrededor desde que tengo memoria, y han recalado en mi hogar, en donde todavía se les da uso. A continuación, una galería de dichos objetos utilitarios y eternos.


El colador de pasta: si en cualquier casa es un utensilio útil, en un hogar de ascendencia italiana pasa a la categoría de indispensable. Este colador metálico, que ha acompañado los almuerzos de tres generaciones, tiene una característica genial: al poseer patas bastante altas, puede ser apoyado del fregadero sin temer que el agua le regrese a la pasta mientras se está colando, aspecto bastante enojoso y reñido con la higiene pero que suele suceder con los coladores plásticos de hoy en día. 



El rodillo: este es otro objeto muy ligado a la cultura italiana. Su origen (el de éste en particular, no pienso tirarme la historia del rodillo) es bastante curioso: mi madre lo halló en un estante de la cocina del apartamento en donde vivió al llegar de Italia,en diciembre del año 1.958; seguramente perteneció a los ocupantes anteriores,  tal vez inmigrantes a su vez. Nadie lo reclamó nunca, y pasó a ser el hacedor oficial de los kilómetros de pasta que elaboró ella en vida: infinidades de tagliatelle, tortellini, y pasta para pasticho fueron confeccionados entre mi madre y él. Yo no lo uso salvo en contadas ocasiones, pues la elaboración de pasta casera requiere de un tiempo y una dedicación que no suelo poseer; sin embargo allí está, presto a otra tanda de masa por aplanar.


La espumadera y el cucharón: estos vienen en combo. Son dos hemanos teutones, de fabricación maciza, y de resistente aluminio; parecen sacados de principios de la postguerra, cuando la industria metalúrgica alemana empezaba a renacer de las cenizas en que la sumergió la locura  de Hitler. Digan lo que digan, el hervido definitivamente sabe mejor cuando se sirve con el auxilio de ellos, no hay dudas al respecto.



La azucarera: Alguna vez alguien me comentó que es de diseño, y que tiene cierta notoriedad. Para mí siempre será la azucarera miquimaus, como le decía de niño por sus particulares asas. En un principio venía en juego con una lecherita, pero esa se extravió, y no se de su paradero. Creo que era bastante común en los hogares, en los años 60, y tal vez en casa de alguno de ustedes habrá una parecida.


Las herramientas:  de ese martillito tengo un primer recuerdo, tal vez de cuando tenía unos tres o cuatro años. Resulta que en esa época se solía pintar los rodapiés, es decir, en vez de colocar un rodapie de plástico, o de madera, simplemente se pintaba de negro el pie de la pared. Pero para hacer eso primero se debía marcar, y para ello mi padre utilizaba un pabilo pintado con un polvo color amarillo ocre; previamente a ello clavaba unos clavitos a la altura deseada, utilizando precisamente ese martillo de la foto; después amarraba el pabilo a los clavitos, lo tensaba y a continuación lo soltaba, para de esta manera marcar la altura del rodapie. A parte de ese uso, era el martillo designado en casa de mis padres, nunca hizo falta otro. Y allí está en mi caja de herramientas, presto a pisar mi muy torpe pulgar cuando se necesita clavar algún clavo; a pesar de haber comprado un muy digno martillo Stanley, con todas las de la ley, a veces escojo éste. El destornillador, por su parte, era un objeto de culto para mí; antes de él conocía solamente los destornilladores planos, y el saber que existía uno denominado "de estrías" fue toda una revelación.



2 comentarios:

  1. El colador para pasta que usaba mamá se parecía al tuyo y estuvo en uso desde los años 50. Nosotros lo llamábamos "el colador de paticas". Aún existe. Un abrazo.

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  2. Esos objetos se construyeron para durar, no cabe duda. En contraste con la visión actual de utensilios desechables.

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