Éste es mi cuarto de juegos. Siéntanse libres de tomar lo que gusten; si quieren dejar algo, también sirve.
miércoles, 7 de agosto de 2019
El vértigo
Llevar un libro a una librería para leerlo allí parece un sinsentido, similar al de ver una película en el celular cuando se está en una sala de cine; sin embargo, ayer tenía un par de horas ociosas por delante, que iban a transcurrir justo en Kálathos, así que empaqué en el morral, que contenía parte del material de apoyo necesario para que Mary impartiera su taller de arte, la novela de Rodrigo Blanco, “The night” y, ya instalado en uno de los cómodos sillones de la librería, me sumergí en su trama. No voy a hablar de la novela, porque apenas llevo leído si acaso un tercio y es muy temprano para sacar conclusiones. Más bien me propongo comentar una sensación de vértigo que experimenté por unos breves instantes allí adentro. Tras una media hora de lectura, me levanté para estirar las piernas y despejar la vista que había estado fija en las páginas del libro, y de paso conversar un rato con José Ramón Gutiérrez sobre las vicisitudes del sitio, y los planes que tiene para fomentar la asistencia del público. Luego de ello, comencé a pasear por los pasillos, y revisar un poco los anaqueles. Y allí fue cuando tuve la revelación: en ese local, de medianas dimensiones, hay más libros de los que yo pueda leer en mi vida, así me propusiera leer doce horas diarias, y viviera otros treinta años (que es una aspiración desproporcionada). No tengo manera de conocer el porcentaje de libros que pueda representar el contenido de esa librería con respecto al total mundial, pero sospecho que puede calcularse si acaso en centésimas de unidad, si no en milésimas. Cuánto conocimiento, cuánto entretenimiento, cuánta información estará fuera de mi alcance, es algo incuantificable. Pienso en los 700 u 800 libros que habré leído en mi vida, y me parecen tan pocos, tan insignificantemente pocos para todo lo que hay que leer. Y, además, sé que mucho de lo leído es prescindible, menor, desechable. Pero no hay manera de recoger esa agua derramada; si acaso, queda es el aprendizaje, la sabiduría aprehendida por la fuerza, la sagacidad de escoger mejor, de ahora en adelante.
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