viernes, 13 de marzo de 2020

Bitácora del insilio. Día 1


Como de pronóstico, el supermercado del barrio estaba lleno a reventar. El estacionamiento, previsiblemente, abarrotado, y hubo que parar fuera. Ya dentro del establecimiento, la locura típica a la que estamos acostumbrados cuando ocurre algún evento de este tipo, con el añadido de dependientes, y no pocos clientes, portando sus mascarillas y guantes de látex. Algunas personas, pero no era el común, llevaban mercancía como para un mes: pacas completas de arroz y harina, leche en polvo, granos, enlatados. Las colas en las cajas hacían prever una estancia de por lo menos una hora para poder pagar. Nosotros también hicimos nuestra comprita nerviosa, pero como solo somos dos, no fue tan escandalosa. El ambiente era de un nerviosismo contenido; no noté mayor desabastecimiento salvo en las neveras de carnes, que solamente tenían pollo y cerdo. Al rato, repusieron algo de carne, básicamente costillas de res. En la calle, muy poco tráfico, y colas en las bombas de gasolina. Se respiraba la misma atmósfera de los días del apagón, para hacer una comparación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario