La burocracia tiene una culebra conmigo. Por alguna razón, cualquier trámite administrativo que emprendo suele ser un viacrucis de impedimentos, demoras y desvíos que hacen que prorrogue hasta lo indecible esas tareas. Ayer tuve otro episodio. En La Urbina funcionan, puerta con puerta, oficinas del SAIME y del INTT. Desde el año 2017 mi solicitud de pasaporte dormía el sueño de los justos, hasta que milagrosamente llegó un correo indicando que el documento ya estaba impreso y había sido enviado a la oficina en donde lo tramité, esa misma de La Urbina. Así que a eso de las 7:30 me presenté al lugar, en donde la realidad me tenía preparada una nueva decepción. Para poder retirar el pasaporte (que no ha llegado aún, ¿será que viene en burro?) hay que hacer un depósito bancario de 80.000 Bs, en una agencia. Es decir, en pleno siglo XXI no hay manera de pagar por medio electrónicos, ya sea por transferencia, pago en linea o punto de venta. En fin, lo tomé filosóficamente y me fui a tomar un café para hacer tiempo, ya que me pasarían buscando luego. Estando en la panadería me topé con un funcionario de la otra oficina, la de tránsito, y le pregunté por la renovación de la licencia. ¡Facilito! Apenas 5 hojas en blanco, una fotocopia de la cédula y 3.600 Bs pagaderos por punto de venta. Entonces me fui a una papelería cercana a comprar las hojitas y sacar la fotocopia, y con eso en mano me dirigí a renovar la licencia que cargo vencida desde hace un buen par de años. Pagué por el trámite, me senté frente al mismo señor que me había dado la información momentos antes, quien transcribió mis datos y posteriormente me indicó que me dirigiera a otro escritorio. Allí, el funcionario me preguntó: "¿trajo celular para sacar la foto?". Por suerte lo tenía, así que me tomaron el retrato, se lo envié por Whatsapp al hombre, y me fui. En la noche, recibí el correo con la licencia lista para ser impresa. Caramba, cómo he cambiado.
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