domingo, 23 de junio de 2019

La herida

El seminterno tenía días sin dejarse ver, y yo había temido lo peor. Hoy, bajo la lluvia pertinaz, vino a guarecerse en el borde de nuestra ventana; un filo de 10 centímetros, en donde ejercita su vocación de equilibrista. Como de costumbre, tomé un poco del alimento de nuestras mascotas fijas y fui a dárselo; como de costumbre, se escabulló a un lugar seguro mientras abría la ventana y le dejaba la ofrenda en el piso de la escalera de caracol. Como de costumbre, subió los peldaños apresuradito, receloso, y tomó el pedazo de carnaza. En ese fugaz momento pude observarlo, y vi que tiene la frente destrozada; una herida profunda le recorre el lado derecho de la cabeza. Quién sabe cómo se habrá lastimado. Un perro, quizás. Otro gato más grande, tal vez. Ni lo sabremos, ni podemos hacer mucho más por él, salvo darle comida y y proveerle un refugio precario. No permite ningún acercamiento. Es libre, y se atiene a las consecuencias que se derivan de esa libertad.

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