Desde que llegó Netflix a esta casa, las noches cierran frente al televisor viendo alguna serie o una película. Pero estamos en Venezuela, así que no es infrecuente que el internet haga imposible conectarse a la plataforma. Anoche fue una de esas oportunidades, así que, para superar de alguna manera el síndrome de abstinencia visual, decidimos desempolvar el dial de los canales por cable, servicio que tenemos de adorno desde hace mucho. Optamos por la RAI, porque tanto Mary como yo queremos practicar el italiano, y es una manera de entrenar el oído.
Para mi mala suerte, lo que estaban transmitiendo es una de las cosas que más me aburren. Se trataba de la versión ítala de "The voice". Nos resignamos a verlo, porque hacer zapping tampoco era algo que nos llamara la atención en el momento, y, de paso, teníamos el propósito de la lengua en mente.
Todo mal con ese programa. Empezando por la música. Italia es un país con una tradición musical robusta, a decir lo menos. Uno esperaría que en la versión italiana de esa franquicia algo de eso saliera a relucir. Pero no: por lo menos lo que escuché fue una amalgama de rap-hip hop-reguetón-funk, con la mayoría de los textos en inglés, de paso.
La presentadora es otro desastre. Simona Ventura. Gritona, llama-la-atención, inoportuna por momentos. Muy ocupada en aspectos banales, como mostrar su atuendo. El pánel era tres cuartos de lo mismo. De los cuatro, solamente conocía (y de nombre, no porque haya escuchado su música alguna vez) a Gigi D'alessio. Los otros tres eran un tal Morgan -un ser sumamente picado en la vida-, una mujer llamada Elettra Lamborghini, que será muy nieta del mítico fabricante de tractores, que un día se molestó con Enzo Ferrari y comenzó a fabricar superautos, pero igual parece una de las escupehielo de Chacaíto (me contaron), y un ¿rapero? que se hace llamar Güe, que confesó no saber tocar ningún instrumento, y cantar francamente mal, pero que la música es su pasión, su razón de ser.
Claro que todo eso es parte del show; como dije antes, una franquicia internacional que tendrá sus reglas y su estilo, y supongo que deben amoldarse a ello. Pero hay algo que me enervó particularmente: la cantidad de anglicismos que usaron. En cada frase, por lo menos una palabra era inglesa. "Sound" por "suono", "urban" por "urbano", "hit" (que pronuncian "it" por la histórica incapacidad italiana de pronunciar el fonema) por éxito. No lo sé, tal vez este texto sea una proclama que reafirma mi vejez. Pero me dolió que en el único canal que tengo a disposición para escuchar mi lengua madre, la maltraten con tal alevosía.
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